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martes, 2 de septiembre de 2008

Japón se rinde: Hace 63 años terminó la Segunda Guerra Mundial


Oficialmente la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) terminó tal día como hoy, el 2 de septiembre de 1945, cuando las autoridades japonesas capitularon frente a las norteamericanas a bordo del acorazado “Missouri” (véase la foto que inicia esta entrada).
Aunque ésa fue la rendición “formal” (o de juris), la que correspondía al acto jurídico y protocolar que marcaba la conclusión definitiva de las hostilidades. La rendición “fáctica” o de hecho, que fue la que significó en la práctica la derrota de un bando y el triunfo de otro, ocurrió también hace 63 años, El 14 de agosto de 1945: Fue cuando el gobierno japonés anunció su disposición definitiva a deponer las armas, reconocerse derrotado y someterse a la voluntad de los vencedores, en este caso las potencias aliadas: Estados Unidos, La Unión Soviética (URSS) y Gran Bretaña. Ese día se conoció entonces como el día “V-J”, o sea: Victory of Japan, era la consecuencia lógica del otro día de victoria el “V-E”: la victoria en Europa contra Alemania, que era el 8 de mayo de ese mismo año.

Hay que subrayar que la rendición japonesa se hacía en un marco muy histórico pues era la primera vez en la milenaria historia de este país que se rendía. Influidos por su propio pasado los japoneses se consideraban “invencibles”, y las tradiciones guerreras samurai heredadas por sus fuerzas armadas modernas, les daban un aura de invulnerables que parecía ratificarse con la historia misma: Ningún país había podido invadir u ocupar Japón (el caso de Kublai Kan es el más famoso) y luego, desde 1898 hasta 1942, la escalada militar moderna de Japón solo conoció triunfos en Asia, venciendo a China, Corea, Rusia, Inglaterra, Holanda y los mismos Estados Unidos.

Pero la rueda de la Historia giró sus tornas, y el último país con el cual se enfrentó Japón era muy diferente a los otros y la manera como Japón buscó la confrontación (el ataque sorpresa a Pearl Habor) desencadeno la furia de una nación que era nada más y nada menos la mayor potencia industrial del hemisferio occidental.
Fue este el detalle que hizo verdaderamente mundial a la Segunda guerra. Y fue este el detalle que creó la firme determinación de los norteamericanos por derrotar a Japón.

La guerra más grande…

Pero ya sea el 14 de agosto o el 2 de septiembre con la disposición de Japón de rendirse, concluía la guerra más grande que había conocido la humanidad. Todo en ella fue monumental, no solo en las cifras y números de los combates, armamentos producidos y soldados movilizados, sino en la intensidad y gravedad de mucho de lo que allí sucedió. Fue la verdadera primera guerra mundial, pues fue un conflicto que involucró directa o indirectamente a todos los países del mundo.

Por primera vez se luchó en los cinco continentes, pues a diferencia de la I Guerra Mundial (1914-1918), que hasta ese momento fue sin dudas la Gran guerra pero europea, la lucha en la Segunda guerra mundial no se limitó sólo a Europa, sino que se peleó en el norte y sureste de África, en Asia y Oceanía, y también en América, por primera vez en su edad contemporánea, se registraron combates y agresiones (la Batalla del Río de la Plata entre barcos de Inglaterra y Alemania y la ocupación de Japón de algunas islas Aleutianas, en Alaska) así como las incursiones y campañas de los submarinos alemanes (en todo el Atlántico) y japoneses (en el Pacifico)


Aparte de los combates entre los bandos, hubo episodios de conflictos y ocupaciones en el Medio oriente, el África ecuatorial, el océano índico y el mar Caribe. Muchos gobiernos llegaron o cayeron por sus simpatías con alguno de los bandos en pugna o por la abierta intervención de ésos bandos dentro de cada país. Aparte de los grandes países que conformaban cada bando: el Eje (Alemania, Italia y Japón) y los Aliados (Inglaterra, Francia, la Unión Soviética, Estados Unidos y China) más de 100 países declararon abiertamente la guerra, principalmente a favor de los Aliados y contra Alemania y Japón. Eso era un claro indicativo que el mundo se había vuelo “más pequeño” y por ende más cercano. La globalización tal y como la conocemos se manifestó de hecho con claridad entre 1939 y 1945.

La interdependencia económica, así como el avance de las comunicaciones habían hecho que todos los pueblos de la tierra, sin excepción se hayan visto afectados directamente o indirectamente por la guerra: directamente unos, los que sufrían los embates de la lucha o la ocupación, participando cientos de miles de personas en todos los frente de batallas, e indirectamente otros por tener carestías de productos que sólo se importaban de Europa y Norteamérica y presenciar con angustia millones de personas, el incierto desenlace de los combates.

La guerra de las equivocaciones…

Se puede decir, sin temor a equivocarnos en esto pese a ser sólo una opinión, que la Segunda Guerra Mundial, aparte se ser la guerra más grande de la historia, fue también la guerra de “las equivocaciones”, donde todos o casi todos los participantes equivocaron muchos de su cálculos.
Veamos por qué:

Alemania nunca pensó que Inglaterra y Francia se opondrían a sus planes expansionistas vista su pasividad y su “apaciguamiento”; Inglaterra y Francia jamás pensaron que Alemania pudiera llegar tan lejos y mucho menos que Francia sería derrotada y ocupada por los alemanes y que Londres se quedaría sola frente a Alemania, soportando de paso una lluvia de bombas sobre su cielo. También pensó Alemania, o específicamente Hitler, que la Rusia soviética sería derrotada fácilmente, que en 3 ó 4 semanas ocuparía toda la parte europea de la URSS y que nunca éstos contraatacarían. Italia creyó que la guerra sería corta y que una vez vencida Francia y bombardea Inglaterra, podría quedarse con muchos territorios en África del norte y todo el Mediterráneo sería de nuevo un “mar italiano”. Tanto Alemania como Italia creían que los Estados Unidos jamás se involucrarían en el conflicto europeo.

Por su parte la Unión Soviética o concretamente Stalin, nunca calculó que Hitler lo engañaría con el Pacto de no agresión que le propuso, que la guerra entre Alemania-Francia e Inglaterra duraría años y qué de eso podría sacar ventajas. Finalmente: que Alemania jamás se atrevería a atacar la URSS (y que al hacerlo llegaría a Moscú tan rápido).


Referente a Japón y los Estados Unidos sus cálculos no pudieron ser peor: los norteamericanos nunca pensaron que la guerra europea los terminaría arrastrando nuevamente, sobretodo por su aislacionismo militante que el mismo Roosevelt no podía abatir; igualmente pensaban que los nipones jamás se atreverían a atacarlos y pensaron que sería suficientes con embargos y advertencias para controlar esa amenaza en el Oriente. Los japoneses por su parte creían firmemente que con un único y fulminante ataque ya se resolvería la guerra con los estadounidenses, que los EEUU jamás se involucraría en una larga campaña aeronaval contra Japón y sobretodo qué su país estaba demasiado lejos para que su suelo pudiera ser atacado por aire o mar. Japón también creyó que la Unión soviética nunca le declararía la guerra… aparte que siempre tuvo fe en que Alemania ganaría la guerra en Europa, venciendo simultáneamente a Inglaterra y los rusos.


Y globalmente, nadie supuso (por supuesto porque nadie era profeta o advino) que este conflicto marcaría el fin de la centenaria preeminencia europea como centro del poder mundial, la desaparición del imperio británico, el surgimiento de nuevas naciones en África y Asia tras el fin de los dominios coloniales europeos y el establecimiento de dos súper potencias extra europeas: Los Estados Unidos de América y La Unión Soviética, que de hecho y hasta 1989-91 aproximadamente se repartieron el mundo en esferas de influencias.

La guerra moral…

También hay que señalar algo que le da a esta guerra un carácter diferente y único, aparte del calificativo de “grande” que implica número y volumen. Es el carácter moral que esta guerra subraya, pues a diferencia de otras, esta guerra tuvo un marcado tono ideológico que determinó muchas de las acciones realizadas. La ideología extremista del fascismo alemán, en nazismo, al apoderarse previamente de las instituciones políticas de su país, antes de la guerra, logró también de alguna manera apoderase de la voluntad y la mentalidad de la mayoría de los alemanes, quienes con fe y devoción militante aceptaron y acompañaron la propaganda nazi de que los alemanes eran una raza “superior”, que había que dominar a los “inferiores” y si era necesario “exterminarlos”.

Las consecuencias de esas ideas absurdas, pero gravemente peligrosas en el marco de una guerra tan grande como fue la Segunda Guerra Mundial, previsivamente tenían que ser desastrosas, terribles y brutales. La guerra entonces dejó de tener un carácter exclusivamente militar: ya no se trataba de vencer y derrotar ejércitos enemigos y ocupar o anexar a los países vecinos, había una firme pretensión de los Nazis de construir a sangre y fuego, especialmente con todo eso y sobre las runas de la anterior, las bases de una nueva civilización que encarnarían nuevos valores, que a nuestros ojos son sólo anti-valores: el egoísmo, la violencia, la segregación y esclavitud, el sectarismo, la intolerancia, la dominación, la competencia pugnaz y venal, el fundamentalismo, la irracionalidad y la descalificación a lo “diferente”, que debe estar sometido al total control del Estado o la mayoría sometida al Líder.

Que los Nazis hiciera hecho esto en Alemania antes de la guerra (1933-1939) –y sé que es muy polémico lo que diré, pero pido comprensión- no parecía tener “problemas”, porque lo que se hacía allí se quedaba ahí: dentro de las fronteras. Eso no parecía ser un problema moral grave para Europa ni el mundo occidental. Incluso si no hubiera habido Guerra Mundial, Hitler hubiese sido un dictador más de la era industrial y contemporánea, que hubiera sido calificado como “mesiánico y mano de hierro” A fin de cuentas algunos en el mundo (David Lloyd George y Eduardo VIII, duque de Windsor ambos de Inglaterra y Charles Lindberg de Estados Unidos) veían a Hitler como un mal menor –o hasta “necesario”- frente al comunismo. Vista la tradición de Alemania de tener gobernantes duros Federico Guillermo (el Rey sargento), Federico II de Prusia y el mismo Bismarck, Hitler parecía un “producto más” de la política alemana.



Pero todo eso cambió un 1º de septiembre de 1939, cuando precisamente Alemania cruza sus fronteras y empieza a dominar a otros pueblos. El problema exclusivamente alemán empezó a hacerse europeo y finalmente occidental y mundial. Ahora si se entendía con claridad lo malo, lo verdadera y perversamente malo que era Hitler y sus nazis, y que un mal aunque sea percibido como “menor o necesario” no deja de ser malo y cuando las atrocidades de los nazis se conocieron por doquier que entraron las tropas alemanas, La encarnación del MAL, como todo lo que el ser humano no debe y nunca debió hacer se concentró en la acción de los nazis y concretamente en la figura de Hitler.

De tal manera eso nos explica por qué tras finalizada la guerra se hacen los Juicios de Nüremberg, pues como no se trato de una guerra “clásica”, no se buscó enjuiciar a los jefes militares del país derrotado, se buscó castigar a los líderes directos (tanto políticos como militares) del gobierno que inició la guerra y que durante de la misma realizó las peores atrocidades inimaginables, que superaron el carácter “clásicos” o convencional de una lucha armada y estrictamente militar. Se castigó ejemplarmente a los que provocaron la mayor matanza dirigida de la Historia y a los que pusieron en grave peligro a la misma Civilización.

Por eso la Segunda Guerra Mundial adquirió un distintivo carácter moral. Ya no se trataba exclusivamente de una guerra militar más, ni siquiera la continuación de la Primera Guerra Mundial, era una lucha para la salvación y preservación de la misma civilización occidental y de la misma civilización humana con su diversidad de culturas. Puede que la civilización occidental que conocemos no sea la mejor, ni la más perfecta y esté llena de errores y defectos pero al menos ante la visión de lo que querían imponer Hitler y los nazis, es algo infinitamente mejor y superior por lo cual valía –y todavía vale- la pena luchar.

El holocausto judío y el de las otras minorías

El crimen tan vasto del Holocausto no solo contra el pueblo judío, sino contra los gitanos, homosexuales, testigos de Jehová, los física y mentalmente impedidos y también los pueblos eslavos de Europa es una demostración palpable de por qué la Segunda Guerra Mundial fue una guerra distinta y moralmente importante. El ensañamiento enfermizo mostrado por los nazis y particularmente Hitler hacia los judíos, fue la culminación, el cenit (por llamarlo de algún modo) de la lamentable historia de intolerancia de los europeos contra los Judíos. Años y décadas de guetos, pogroms, fanatismos y expulsiones no bastaron, quizás porque todo se diluía a lo largo de la misma Historia. Pero cuando todo se hizo tan masivo, rápido, concreto y mecánico todo cambió. Nunca antes en la historia, -y esperamos que NUNCA JAMÁS- se asesinó específicamente a tanta gente en tan poco tiempo y con tanta meticulosidad.

En la era industrial y científicamente avanzada del siglo XX, el asesinato tomó esas mismas características: Auschwitz, Birkenau, Treblinka y Sobibor como campos de exterminio funcionaron real y literalmente como “fabricas de la muerte”: industrias de asesinato masivo, asesinato a nivel industrial en donde en vez de fabricar objetos, se destruía y se asesinaba personas en una línea de producción que por su eficiencia no tenía nada que envidiar a un matadero de ganados o a una fabrica de electrodomésticos. el genocidio tomó ahora un aspecto (y también una excusa-justificación) de científico (Rudolph Hess, lugarteniente de Hitler, llegó a decir que el “Nazismo es biología aplicada”) Si la revolución industrial había mostrado su lado más oscuro en Manchester con la degradación y pauperización del obrero –tan bien reflejado en las obras de Charles Dickens- el lado más monstruoso, más inhumano y alienante de esa misma industrialización fue, el que se vio con los campos de exterminio y el holocausto judío, tan vívidamente recreados en la obras –del sobreviviente de ellos- Primo Levi.

A algunas personas les molesta que siempre se mezcle este tema del Holocausto con la Segunda Guerra Mundial, pues seguramente prefieren ver la Guerra como eso: una cosa exclusivamente militar, pero realmente eso no es posible. Fue el mismo Hitler y los nazis quienes le dieron ese carácter a la guerra, una guerra no solo de revancha y venganza contra Francia e Inglaterra por el tratado de Versalles, para Hitler y sus nazis la Segunda Guerra Mundial iba a ser su guerra particular y personal contra sus enemigos políticos-ideológicos y raciales, por lo tanto la Segunda Guerra fue también una guerra contra los judíos, y también contra los bolcheviques y todo aquél que fuera “inferior” o se negara a someterse al todopoderoso III Reich.
El mismo esfuerzo de guerra de los alemanes se vio muy comprometido en detener judíos, procesarlos y masacrarlos, así como a todos los comunistas, gitanos, testigos de Jehová, impedidos físicos y mentales y eslavos que se fueran consiguiendo a su paso. Millones de soldados y oficiales del ejercito alemán que pudieron haberse dedicado “exclusivamente” a la guerra, estaban haciendo redadas, transporte y fusilamientos de judíos e “infra hombres” o sencillamente cuidando los campos de exterminio. Ésa es una de las razones claves para entender por qué Alemania, afortunadamente, perdió la guerra, porque aún cuando ya estaban perdiendo la lucha, Hitler desviaba valiosos recursos para que siguiera funcionando la industria, SU industria de asesinato masivo.


Vale preguntar a cualquier conciencia responsable, sin importar su credo o confesión particular: si ¿era justo que la obsesión maniática y absolutamente personal de un solo hombre se convirtiera en política de estado en todo un país? Porque bien se puede odiar, desdeñar o malquerer a alguien pero ¿llegar a exterminarlo, no sólo a él sino a todo su gentilicio? ¿No es eso un crimen, aparte de una locura?, Ciertamente se puede suponer que había judíos prominentes que eran un inevitable blanco político para los nazis (banqueros, industriales e intelectuales aparte de los que eran de paso comunistas) pero ¿cuál era el grado de responsabilidad de los niños, las mujeres y los ancianos judíos dentro de Alemania, y cual era la culpa de todos los demás judíos de Europa? ¿Acaso millones debían pagar el odio de un solo hombre? Nada justifica esa cruel barbaridad. El Holocausto es una grave mancha en el historial de la Cultura humana y de la Civilización occidental, que no puede borrarse con olvido, sino asimilarse en el recuerdo para que comprendiendo bien el fenómeno, nunca más se repita.


La Segunda Guerra Mundial, entonces demostró tanto lo peor como lo mejor del mundo occidental. Demostró como los lineamientos fundamentalistas de una ideología nefasta podían hacer que los hombres realizaran de manera masiva y mecánica los más horrible crímenes. Pero también demostró que la decisión de los pueblos a no rendirse ante la opresión, la tiranía y la injusticia era una esperanza de mejor mañana. Desde Polonia, hasta China, pasando por Francia y Rusia, cada pueblo organizó la llamada Resistencia, que arriesgando la vida, tranquilidad y seguridades que podían tener si se sometían y se hacían indiferentes, lo dieron todo por la Libertad y la Justicia.


El mismo Franklin Roosevelt le quiso dar ese carácter moral a lucha cuando en la “Carta del Atlántico” (1941) habló de las cuatro libertades (libertad de expresión, libertad religiosa, estar libres de la necesidades económicas y estar libres del temor) cómo base y razón de la lucha contra la tiranía y opresión que representaban el nazismo ante el mundo civilizado.
Y ésos últimos valores fueron la fuerza motriz (aparte del acero y el poder de las armas y los millones de soldados movilizados) que sostuvo el esfuerzo de la guerra y la determinación de vencer a Hitler y sus igualmente nefastos aliados.

La guerra amoral…

Se me recordará que tampoco las cosas fueron así de “bellas e idealistas” y que aparte de lo mencionado la venganza estuvo a la orden del día entre las intenciones de los aliados. Es cierto, y no lo niego. El almirante Harris de Gran Bretaña, jefe del “bomber comand” de la Royal Air Force nunca ocultó su deseo que Alemania conociera y sufriera los efectos de los bombardeos que había hecho estos a Inglaterra en 1940. De los soviéticos ni se diga: Cuando sus tropas entraron a territorio alemán en 1945 practicaron con saña el saqueo y la violación, de manera de hacerle “pagar” a los alemanes los excesos que habían cometido desde 1941 cuando invadieron a la URSS.


Más polémico aún ha sido la cuestión entre los Estados Unidos y Japón, que fue en esencia un pleito personal, pues la guerra en el pacifico (1941-1945) fue prácticamente una guerra japonesa-norteamericana donde ingleses y soviéticos tuvieron un papel muy, muy secundario. En ese conflicto se menciona mucho lo de Hiroshima y Nagasaki, como elementos inmorales dentro de la guerra.
Sobre todo este punto (lo de la venganza) hay que aclarar que la Segunda Guerra Mundial fue una guerra terrible, sin dudas la más terrible de todas, donde se masificó la capacidad de destrucción a medida que paradójicamente aumentaba y se masificaba la extensión de la creación científica del hombre. El concepto de “guerra total” se aplicó en está guerra (precisamente fueron los Nazis quienes lo decretaron y lo ejecutaron con la cínica y terrible frase: totaler krieg ist kürzester krieg!, “¡la guerra total es la más corta!”) y la versión contemporánea, industrial y científica de esa nueva versión de la “guerra a muerte” implicó buscar hacer siempre el mayor daño posible al enemigo de la manera más rápida y menos peligrosa para uno mismo. Eso explica en primer lugar por qué ésta guerra será la que haya más muertos civiles o no combatientes que militares (alrededor del 53% de bajas)
Como Cristiano de doctrina Católica no puedo justificar ni avalar semejante vorágine de venganza que tuvo la guerra, apenas puedo llegar a comprender si trato de ubicarme en los contextos y antecedentes de la lucha, y en las posiciones que hubieron de aguantar quienes desataron esas lamentables venganzas. Supongo que la condición humana es la mejor explicación para tales conductas, porque muchos de quienes actúan con venganza lo hacen más presa de la pasión que de la razón, y en casos de guerra, la pasión va encarnada por millones en representación de países enteros.

Hiroshima y Nagasaki

Los ataques nucleares contra Hiroshima y Nagasaki en 1945 aunque moralmente son muy cuestionables, no dejan de estar enmarcados en el contexto de la muy terrible guerra que hemos descrito y por ende no se puede apelar alegremente –como muchas veces se ha escuchado- que ese fue “el más grande y terrible acto terrorista de la historia”. Este argumento aparte de irresponsable es anti-histórico, porque sólo busca criticar el país que lanzó la Bomba, no para explicar y aprender de los hechos ó para hablar seriamente del terrorismo. Los hechos son claros: la paz no fue violentada de repente con ese acto, sino que se estaba desde hacía tiempo en guerra y esa arma contribuyó a finalizarla.


No hay que jugar al engaño. Fue una guerra terrible y cada bando iba a sacar provecho hasta el fin del progreso en la tecnología militar: De haber tenido Hitler la bomba atómica el no hubiera dudado en usarla contra Londres o Moscú. Y si los japoneses también la hubieran tenido la hubieran usado con seguridad contra los norteamericanos para cambiar el resultado de la guerra. Eso es algo que hay que tener muy presente a la hora de acercase a éste tópico.

Hiroshima y Nagaski sólo fue la conclusión del personal y peculiar conflicto entre Japón y los Norteamericanos que ya mencionamos, y que en su desarrollo alcanzó niveles de verdadera “guerra a muerte” (los Kamikazes son un preciso ejemplo) Entonces una guerra tan emotiva solo podía tener un resultado igual de irracional como empezó: ante un ataque considerado “a traición” como fue el de Pear Harbor, los norteamericanos con su enorme poder industrial no descansarían hasta poder matar a distancia y seguros a la mayor cantidad de personas del enemigo. El almirante Hasley, jefe de la 3ª flota naval Americana y comandante en jefe del teatro de operaciones del Pacífico sur, cuando vio los destrozos en Pearl Harbor dijo que no descansaría hasta hacer que “el japonés se hablara sólo en el infierno”, asimismo el general Curtis LeMay jefe 21º cuerpo de bombarderos de los EEUU en el Pacifico no dudaba en decir que sus hombres “bombardearían [Japón] hasta que no tuvieran qué bombardear” y qué en esa guerra “Hay que matar gente. Cuando hayas matado el número suficiente, ellos dejarán de luchar”. En pocas palabras el camino a Hiroshima se estaba construyendo.

Y en efecto la noche del 9 y 10 de enero de 1945 (seis meses antes de Nagaski) Tokio, la capital de Japón sufrió su primer gran ataque aéreo. Más de 100.000 personas morían bajo las bombas incendiarias. Durante el mismo mes de marzo Nagoya, Osaka y Kobe sufrirían ese cruel embate.
Sin duda en una situación de conflicto cuando se está preso de adrenalina estas declaraciones podrían parecer las más “acertadas”, pero luego de verlas con el tiempo, con más razón y no pasión, la sensatez no deja lugar a dudas: son moralmente condenables. El mismo LeMay confesaría años después que “de no haber estado en el bando de los vencedores, seguramente nos hubieran procesado como criminales de guerra”.

Una muestra más de dónde puede llevarnos la irracionalidad, cuando contamos con el poder y los recursos para desatar nuestras pasiones.


Otra cosa más: Sobre Hiroshima y Nagasaki es lugar común argumentar sobre el número de muertes, pero como ya dijimos en esta guerra todo fue monumental y la cifra oficial de muertos de esos ataques tampoco debe ser un asunto para andar juzgando alegremente, pues ése es un punto que no lleva a nada. Las cifras de estos ataques nunca han estado claras, y siempre han variado con el tiempo, quizás por temor y vergüenza de los atacantes o la saña y propaganda de quienes hasta hoy se oponen a quienes la lazaron, pero igualmente quizá por la dificultad material de contabilizar los cadáveres ante un arma de unos efectos todavía novedosos y el cierto hecho de las muertes por secuela, que han agrandado las cifras.

Pero como suele suceder, datos estadísticos puede conducir a errores y equivocaciones si los consideramos únicamente por si mismos. Así pues se condena nada más lo ocurrido en Hiroshima y Nagasaki por el número de muertos que causó. Pues bien, quienes gustan de jugar con cifras se dan cuenta de su error cuando se examinan los hechos de la Historia: la cifra en Hiroshima fue de 83.000 muertos inmediatos (número que llega a 130 mil cuando se anexan los heridos que murieron y los fallecidos después por efectos del cáncer) Y Con respecto a Nagasaki 60.000 vidas se llevó la bomba atómica (no poseo cifras de los otros muertos que se endosaron como fue el caso de Hiroshima) Pero como ya señalamos un solo ataque aéreo, el de Tokio, generó en una noche más de 100 mil muertes y el conjunto total de muertes registradas en los 6 meses de bombardeos a Japón previó a Hiroshima y Nagasaki generó más de 250 mil muertos, una cifra muy superior a la cantidad de muertos combinada por los ataques nucleares.

Igualmente Europa vivió brutales carnicerías aéreas iguales y superiores a las dos ciudades famosas de Japón, pues Hamburgo y Dresden comparten el dudoso -y doloroso- honor de ser “Hiroshima y Nagasaki germanas”. En Hamburgo durante 1942 un bombardeo de Inglaterra destruyó en 90 minutos toda la ciudad, y aunque las bajas no llegaron a mil, la ciudad no se salvó por ello: al año siguiente una campaña de bombardeos dejó la terrible cifra de casi 100.000 muertos. Dresden por su parte en 1945 pagó el preció más alto en Europa, 135.000 vidas en una sola noche. Otras ciudades que compartieron está tragedia serían Colonia y Bremen, que juntas ofrecen cifras de más de 100.000 muertos. Como se ve la cuestión con Hiroshima y Nagasaki nunca puede tratarse de números o cifras, porque frente a los casi 2 millones de japonés que murieron en toda la guerra los ataques nucleares no representaron si quiera el 3% de las bajas. El asunto fundamentalmente, es desde nuestro parecer, el cómo se produjo la cifra, más que la cifra misma: y eso es lo impactante, tal como paso con el Holocausto judío: la muerte masiva de seres humanos en el menor tiempo posible gracias al apoyo de la industria y la ciencia en uno u otro caso. Casi 250 mil japoneses en menos de 10 minutos en Hiroshima y Nagasaki, y casi 7 millones de judíos en tan sólo 6 años (1939-1945).


Lo que nos dejó la guerra…

Pero como dijimos atrás, muy atrás, y esto para finalizar, ésta guerra no fue únicamente una guerra grande por los números, ésta sería grande, muy grande por la influencia que dejó en todos los seres humanos del planeta tierra.

Pues el mundo tal y como lo conocemos hoy sigue configurado tras los pasos de la Segunda Guerra Mundial y los acuerdos que dejaron los potencias vencedoras. El mundo sigue pareciéndose mucho a lo que se acordó en Yalta o en Postdam. Corea sigue dividida en dos países diametralmente opuestos, y Alemania pese a su reunificación sigue teniendo dos realidades en el este y el oeste producto de más 40 años de división. Entre China y Taiwan prevalece la división subsiguiente entre comunistas y nacionalistas que quedó inmediatamente tras concluir la Segunda guerra. Y Yugoslavia sólo existió como estado unido mientras el protagonista central de su unidad, el mariscal Tito surgido de la Segunda guerra, estuvo vivo.

Los Estados Unidos siguen teniendo un papel relevante y hegemónico de súper potencia. Rusia, aunque ya no es la Unión Soviética y no posee una delimitada zona de influencia, es en definitiva la segunda gran súper potencia del planeta que usa su poder energético-petrolero y militar para presionar a Europa. Europa, a su vez, aunque unida sigue siendo una potencia de tercera categoría, que debe siempre decidir debajo de la opinión de los dos gigantes extra-europeos que le rodean.

La Segunda Guerra también fue el golpe de muerte para los nacionalismos europeos. La obra de Hitler y sus nazis fue suficiente para comprender a dónde podían llevar los extremos particularismos nacionales, y el sufrimiento de 6 años sólo convenció a los europeos de que debían trabajar juntos como vecinos. Lo que pareció imposible fue cuajando: viejos enemigos como Francia y Alemania fueron creando el llamado “eje franco-alemán”, que lentamente serviría de base para una unión europea, la misma que tomo forma con una Comunidad del Carbón y el Acero y luego un Mercado Común. La necesidad de la unión y el entendimiento entre latinos, sajones, nórdicos, germanos, balcánicos, eslavos y mediterráneos logró el milagro de que en 1992, naciera la Unión Europa, comunidad supra nacional que agrupa ahora a casi todos los pueblos de ese continente, que por primera vez en la Historia están reunidos de manera pacifica y democrática. Lo que nunca conseguiría Julio César, Carlos Magno, Carlos V, Napoleón ni mucho menos Hitler con sus ejércitos, lo lograron los europeos de manera voluntaria y civilizada.

En el mundo, el legado de la Segunda Guerra también es visible: El estado de Israel como hogar del diasporado y perseguido pueblo judío se consolidó a partir de 1948, no sin antes traer como consecuencia un lamentable rosario de guerra con sus vecinos árabes. La India y Pakistán en primer lugar en Asia y luego Ghana y Túnez en África fueron los primeros países que consiguieron sus independencias de las antiguas potencias coloniales europeas: Inglaterra y Francia, luego todo el continente africano y el asiático se liberarían de esa centenaria dominación, llegando incluso a surgir la denominación del “Tercer mundo” como un intento de polo de poder entre el espacio capitalista occidental y el bloque comunista ó pro soviético. En Latinoamérica una conciencia de mayor libertad y autonomía frente a los poderes externos fue tomando forma más definida y al mismo tiempo que conquistas democráticas como el derecho al voto universal se manifestó en la mayoría absoluta de los países Latinoamericanos.

También en la vida cotidiana la Segunda Guerra dejó su impronta imborrable pues los 6 años de frenética lucha, potenciaron un avance igual de acelerado en la ciencia y la tecnología el cual no se detuvo en 1945, y que por el contrario re-convirtió al mundo civil las aplicaciones creadas inicialmente para el mundo militar. La penicilina y el DDT contribuyeron a salvar miles de vidas, al paso que la telefonía inalámbrica permitió extender la comunicación entre otras miles de vidas al punto que hoy uno puede preguntar ¿quién no vive con un móvil o un celular? Lo mismo se puede decir de las computadoras, que desarrolladas durante la guerra fue la base para el procesamiento de palabras y datos, y sin ese maravilloso invento no estaría escribiendo esto y no existiría una plataforma física para que ese otro grandioso invento de la Internet se hubiera desarrollado y nos permitiera expresar estas opiniones.

Igualmente inventos de aparente uso militar encontraron utilidad en nuestra cotidiana vida civil: los vehículos rústicos y “todo terrenos” como el jeep llegaron para quedarse facilitando la comunicación terrestre donde los autos convencionales o el ferrocarril no podían entrar. El radar sigue siendo fundamental para la aviación comercial y las marinas mercantes del mundo, al mismo tiempo que los aviones a reacción nos permiten llegar rápido si tomamos un vuelo. La energía atómica es la segunda fuente de energía en el mundo detrás del petróleo (en Francia más del 60%) y en la medicina la utilidad del átomo sigue siendo fundamental para el combate del cáncer. Por último los cohetes, desarrollados al final de la guerra permitieron dar vida a la carrera espacial, que aparte de llevar a la Humanidad a la luna, permitieron a largo plazo sentar las bases para los satélites que nos brindan tanto la información climática, la repetición de las señales radio-televisivas y la exploración del mismo espacio profundo a través de telescopios orbitales como el Hubble.

¿Algo más nos dejó la guerra? Quizá lo más obvio: la mortandad más grande hecha por la voluntad y mano del hombre. Es algo que no se puede olvidar: más de 50 millones de personas en tan solo 6 años (algunos estudios establecen que la cifra definitiva son 65 millones) ¡un promedió de casi 10 millones de muertes por año! Eso mismo nos llama al recuerdo y la reflexión, y es quizás lo que explica porqué después de este conflicto el mundo no ha tenido –y gracias a Dios- una “buena guerra” en el lenguaje de los belicistas, sino que lo que ha habido son conflictos regionales, que afortunadamente para la humanidad, desde hace unas décadas para acá, siempre tratan de solucionarse por vía diplomática y duran brevemente, cuando muchos países intervienen para evitar su extensión. El recuerdo brutal de la guerra llamó a los mismos vencedores a crear la Organización de las Naciones Unidas, ONU, que aunque más se ha comportado como un “club de potencias” que como un genuino órgano de control de la guerra y promoción de la paz, es lo único que tenemos en el mundo para evitar caer en la vorágine de la mutua autodestrucción, manteniéndose a mucha, muchísima distancia de la inoperatividad de la antigua “Sociedad de Naciones”, que no pudo impedir la llegada de la Segunda Guerra.

La brutal masacre (y la consecuente destrucción) de la guerra afortunadamente no se ha olvidado. Año tras año se conmemoran acontecimientos como el ataque a Pearl Harbor, la Batalla de Kursk, el desembarco en Normandía, los bombardeos a Coventry, Hamburgo, Colonia o Dresden, la liberación de Auschwitz y las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki. Acontecimientos todos que se mantienen vivos en la memoria de millones de personas, para saber, reflexionar y entender que la Humanidad no podría aguantar otro conflicto mundial como el de 1939-1945, y que ahora con todo el desarrollo científico-industrial existente que ha facilitado armas aún más mortíferas, la responsabilidad colectiva es aún mayor, la Historia está precisamente en la primer fila mediante el estudio, el recuerdo y la divulgación, al hacerle a los pueblos y sus gobiernos comprender en que más que las fuerzas de las armas, el arma más fuerte en el mundo ha de ser el poder comprenderse mutuamente.

¡Gracias por leerme!

Dantesol


Para leer más:

Por ser un tema tan apasionante, la bibliografía para este tema es tan extensa como ha sido esta entrada. Yo recomiendo las siguientes obras, si las pueden conseguir para leer:

Libros:

Así fue la segunda guerra mundial, (dirigida por sir Basil Liddell Hart y Barrie Pitt) Editoriales Anesa, Noguer, Purnell Rizzoli, 1972, 6 tomos.

Cronología de la II Guerra Mundial. Registro Ilustrado día por día- 1939-1945, Cristopher Arglye, Bogotá, Educar Cultural Recreativa, 1983

El mundo en guerra, Mark Arnoid-Foster, Barcelona, editorial Plaza Janés, 1975.

El Tercer Reich, H. S. Hegner, Barcelona, editorial Plaza Janés, 3 tomos, 1967.

Gran Crónica de la Segunda Guerra Mundial, Selecciones del Reader’s Digest, Madrid, 1965, 3 tomos.

Grandes guerras de nuestro tiempo (dirigida por Kurt Zentner) editorial Brugera, S.A., 1975 10 tomos [tomos 1-2: El Tercer Reich, tomos 3-4: La Segunda Guerra Mundial, tomos 5-6: La Resistencia, tomos 7-8: Espías, agentes y soldados, tomos 9 y 10: Las Luchas de la post-guerra]

Historia de la Segunda Guerra Mundial, (dirigida por Juan Salvat, basada en el texto original del Teniente Coronel Eddy Bauer) Salvat S.A. de Ediciones, Pamplona, España, 1981, 10 tomos.

Historia Gráfica de la II Guerra Mundial, un testimonio completo en relatos y fotografías, Abraham Rothberg, Barcelona, Ediciones Aura, colección Presencia y Documento, 1967, IV volúmenes.

La Segunda Guerra Mundial en Fotografías y Documentos, Hans Dollinger yHans-Adolf Jacobsen, Barcelona, editorial Plaza y Janés, 1967, 3 tomos.

Revistas:

Guerra y paz, Muy especial, G+J España ediciones, Nº 51, enero/febrero 2001.

La Segunda Guerra Mundial 60 años después, Muy especial, G+J España ediciones, Nº 68, invierno 2005.

Tiempos de guerra. A 60 años de la segunda Guerra Mundial, National Geographic en español, México, editorial Televisa, 2005.

Internet:

http://www.exordio.com/

http://www.de1939a1945.com/

http//news.bbc.co.uk/hi/spanish/specials/2004/dia-d/

http//news.bbc.co.uk/hi/spanish/specials/2005/ii_guerra_mundial_europa/

http//news.bbc.co.uk/hi/spanish/specials/2005/auschwitz/default.stm

http//news.bbc.co.uk/hi/spanish/specials/2005/hiroshima/default.stm

http://news.bbc.co.uk/hi/spanish/news/newsid_2718000/2718651.stm

1 comentario:

Anónimo dijo...

¡Si matas a un millón de personas eres un conquistador, pero si matas a 3oo eres un asesino!¿ESTÁ BIEN ESTO?... por más que le demos el contexto que le demos: vencedores - vencidos; el bien - el mal; buenos - malos; capitalismo - comunismo; guerra santa - guerra; siempre hay un alto números de muertos, siempre hay alguien que mata y otro muere, siempre hay una víctima y un asesino. ¡TODAS EXPRESIONES DUALES!