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miércoles, 27 de agosto de 2008

La revolución más importante de la Historia


El 26 de agosto de 1789, hace ya 219 años, se publicó la Declaración de los derechos del Hombre y el Ciudadano, manifiesto legal y doctrinario que estableció los alcances de la Revolución Francesa y que en su texto reflejó claramente una perfecta síntesis de todo el espíritu de Libertad, Igualdad y Justicia que estaba presente en las ideas de la filosofía política de la Ilustración. Aprovechando esta circunstancia nos permitimos colocar entonces el texto donde analizamos la revolución francesa y que saldría a la luz el 14 de julio pasado, y que por los problemas con nuestra computadora no se pudo. Coincidiendo entonces con este 26 de agosto, que también es una fecha vinculada a la revolución francesa, les dejamos nuestro análisis e interpretación de dicho proceso histórico-político.
La revolución más importante de la Historia

Como pasa con los gustos y los colores, al hacerse las clasificaciones o selecciones, éstas nunca podrán ser ni completas ni concluyentes, ni mucho menos del agrado universal. Pasa lo mismo cuando hacemos un “palmares” con los hechos, fechas, personajes y procesos de la Historia: siempre pesará el criterio subjetivo del investigador-divulgador sobre cualquiera concepción objetiva porque evidentemente se está emitiendo una opinión y no una ley infalible e inapelable.

Con la revolución francesa, que es el tema que hoy nos ocupa, pasa con nosotros lo que acabamos de describir en el párrafo anterior: referente a procesos revolucionarios, en nuestra lista de vencedores figura de primera la ocurrida en Francia entre 1789 y 1799. No es que niegue el impacto de otros procesos anteriores: Gordon Childe llama a los origines de la civilización “la revolución neolítica” y estoy seguro que sin ésa tal vez no estaríamos aquí, sino en un prado de algún bosque, selva o jungla. Otros consideran al Renacimiento y la Reforma como “revoluciones silenciosas” y no hay que agregar mucho del sonoro, sonorísimo y fundamental impacto en nuestras vidas la Revolución industrial comenzada en Inglaterra aproximadamente en 1750, pero para el mundo contemporáneo, según mi criterio la Revolución francesa tiene un primerísimo puesto de honor ganado sobre cualquier otro proceso.
Resulta y acontece que esta Revolución va a marcar los caminos no solo de Francia ni Europa, sino de todo el mundo occidental y me atrevo a decir, del mundo entero, pues el impacto de ésta fue mayor que las que la precedieron: la Revolución inglesa de 1689 y la Revolución de independencia norteamericana de 1776.

Esto que digo quizás sea visto como polémico por ser “francófilo” o exageradamente parcial con Francia, pero aparte que sólo es una opinión, que no realidad infalible, me oriento a apoyar mi criterio en lo siguiente: Contrario a lo que piensan algunos estudiosos (como Hannah Arendt en su libro Sobre la revolución) en que la Revolución francesa, a diferencia la Norteamérica -o de la inglesa- tomó el rumbo “equivocado” por su centralismo y violencia, fue la revolución francesa con todo y su terrible violencia, su inestabilidad, su obsesión por el centralismo y su gran epilogo: Napoleón, fue la revolución que causó más impacto, pese a no ser la primera del mundo moderno (que fue la inglesa de 1689) ni ser la primeramente genuina producto de la ilustración (que esa fue la norteamericana de 1776), Sí fue en cambio, la síntesis de los procesos de reflexión y transformación que traía la era moderna y que tenía en la Ilustración si máxima expresión filosófica.

La francesa se da en el pleno corazón de la Europa occidental, en el seno de una monarquía absolutista de gran peso y tradición (sólo superada en antigüedad por los Hasburgos en Austria), y que había tenido en el rey Luis XIV el más famoso representante del absolutismo. El que una revolución se hubiera producido allí, precisamente allí mismo, trajo un impacto demoledor, que fue muy superior que lo sucedido en Inglaterra, o Estados Unidos.

Inglaterra era la isla que desde muchos años atrás se había mantenido –tanto física como mentalmente- alejada y separada de Europa, y tras la reforma protestante y el surgimiento del Anglicanismo, lo fue más. La revolución de 1689 fue vista como “un cambio de gobierno más”, pues Inglaterra no había sido ajena a guerras civiles (la guerra de las "Dos rosas" de 1455 a 1485 era un ejemplo claro). Por otro lado cuando ocurrió la otra gran revolución (la dirigida por Oliver Cromwell en 1642), que allí se destituyó y se asesinó al rey y de paso se proclamó una República, no causó ningún impacto ni generó ningún tipo de respuesta imitativa en el continente. Si bien la revolución inglesa de 1689, tiene a hombres virtuosos e influyentes como Locke, y el sistema subsiguiente influyó poderosamente en el ánimo y las ideas de pensadores como Voltaire y sobretodo Montesquieu, hubo que esperar un siglo para que apareciera otra revolución en la Europa occidental.

Con respecto a los Estados Unidos, es necesario decir que a pesar de todo su progreso material e incluso intelectual, era sólo un conjunto de colonias inglesas que estaban al borde del mundo, del otro lado del mar (si lo vemos en una perspectiva europeista) Lo que pudiera haber ocurrido allí, era visto con el mismo exotismo político como el que se le podía ver a los sultanes turcos, los marahajás de la India o los mandarines chinos. La revolución norteamericana, aunque fue muy seguida por círculos intelectuales europeos, fue siempre vista como una “rebelión de colonias”, no un movimiento de cambio de sistema. Aunque a todos los principales espectadores (es decir países como Francia, España y Holanda) les impresionó el resultado final: que un grupo de colonos alzados derrotaran a su poderosa metrópoli, ése triunfo de los norteamericanos no tuvo mucho de distinto a cuando los suizos vencieron a los austriacos (1474) o los holandeses a los españoles (1581). Y es que a los ojos de los contemporáneos, se trataba de habitantes de un territorio rompiendo lazos de dependencia con otro, no de ciudadanos sustituyendo a sus reyes por una república.

Y eso sí fue lo que terminó pasando en Francia entre 1789 y 1799.

Como ya señaláramos, el país que era cuna del más pomposo absolutismo, como fue el de Luis XIV, terminó siendo la sede de una impactante revolución en la Europa continental, y que al decidir modificar radicalmente el orden social y político existente, generó un enfrentamiento armado que solo contribuyó a reforzar y expandir dichos cambios.

Las guerras de coalición organizadas por todas las potencias absolutistas (Austria a la cabeza, junto con España, Prusia y Rusia) al lado de Inglaterra, solo determinaron que lo que acontecerá en Francia se expandiera al resto del vecindario: Holanda y Suiza y el norte de Italia fueron invadida por los franceses, y aunque ocuparon los territorios, los bautizaron respectivamente como Repúblicas: Bátava, Helvética y Cisalpina. Lo que aparentemente quedó como el nuevo mapa geopolítico francés, resultó ser también nuevas cosas: en los satélites de Francia se implantarías las medidas revolucionarias: se acabó el feudalismo y la aristocracia, se concedieron derechos civiles a hombres y mujeres y se redactaron leyes fundamentales. Cuando Napoleón ascendió al poder crearía la Confederación del Rin y el gran ducado de Polonia. A los nuevos estados haría llegar además de sus medidas de control, aportes de la revolución francesa a través de la exportación del Código Civil.

Como podemos ver la expansión de la revolución francesa tocó a casi toda Europa, pero el impacto de esta revolución no se limitó exclusivamente a una cuestión de mera geografía política. (Creo que no tengo mucho que mencionar al hablar de la influencia de esta revolución en todos los procesos de independencia y emancipación de Latinoamericana. Sin dicha revolución, diferente, muy diferente hubiera sido el proceso libertador. Tan solo con nombrar a Francisco de Miranda y Simón Bolívar creo que todo queda dicho y muy claro)


Los avances quedan registrados con la serie de conquistas que logró y que figuraron como avances irrenunciables para el mundo de hoy, tal y cómo lo conocemos. En primer lugar, destacan los Derechos humanos como noción básica del derecho y las leyes. La Declaración universal de 1948, hecha por la ONU, tomó a la de Francia en 1789, como su ejemplo y modelo a perfeccionar (junto con las de la independencia de los Estados Unidos) Asimismo la Constitución escrita como Ley fundamental, aporte también compartido con los estadounidenses, tuvo a partir del triunfo de la revolución francesa una expansión universal: todo pueblo que se constituía en Estado debía tener un pacto fundacional y funcional escrito que se plasmaron en Constituciones. Hoy no hay país que no tenga alguna, así sea en forma oral o de “derecho común”.

La igualdad entre géneros, el derecho al sufragio, la libertad de expresión y los partidos políticos como órganos de debate e intermediación entre la gente común y el poder, son elementos también que surgen con forma y cuerpo durante la revolución francesa, y a partir de allí, tendrán en casi todo el mundo las mismas estructuras y características.

Aunque en 1799 Napoleón Bonaparte tomaría el poder e inauguraría un largo paréntesis autoritario, la presencia de un emperador corso y luego tras su derrota en 1815, el regreso de los Borbones, no marcarían el fin de los cambios sembrados por la revolución francesa. Las revoluciones de 1830 y luego de 1848 son la mejor confirmación de lo que decimos. Por cierto, que la imagen artística más famosa de la Revolución francesa de 1789, (y con la cual ilustramos esta nota) el cuadro “La Libertad guiando al Pueblo” de Eugène Delacroix, (1798-1863) NO es un cuadro ambientado en ésa revolución sino en la de 1830, año que el mismo pintor la hizo, inspirándose precisamente en las luchas callejeras que el vio. Sin embargo, la imagen que describe ha cautivado la imaginación de miles de personas, que la ven precisamente como el símbolo de las jornadas de 1789.

Los elementos de reivindicación sostenidos por estos posteriores eventos revolucionarios: sistema republicano, sufragio universal genuino, jornadas laborales de 8 horas, estado laico, derecho a huelga, autonomía universitaria, respeto y defensa libertad de expresión, libertad sindical, etc. Son todos elementos que tienen su más directo y lejano antecedente en la Revolución francesa de 1789-1799

Comprenderán ahora ustedes (si no pueden compartir) la razón por la qué digo qué ésta es la revolución más importante de la Historia, al menos la contemporánea pues ¿se imaginan ustedes un mundo sin alguno o ninguno de esos cambios mencionados en el anterior párrafo?

Gracias por leerme.

Dantesol

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