Para todos los venezolanos que viven los agitados primeros
del siglo XXI, esta fecha marca sin dudas, el punto más álgido de la
confrontación y polarización que se vivió –y se sigue viviendo- en las tierras
de este país suramericano.
Incluso a 10 años es difícil tratar de abordar el tema y
analizar la fecha misma, porque es prácticamente una invitación a que se desaten las pasiones comenzar a
calificar los hechos e interpretarlos. Esto es un claro demostración que la labor
de los historiadores de cara al siglo XX será compleja.
Aquí humildemente trataremos de asumir tal complejidad en un
brevísimo recuento y un concreto análisis.
Pues bien, el 11 de abril se trata del primer golpe de
estado del siglo XXI venezolano y el primero más o menos exitoso desde 1958.
Pero es necesario puntualizar y repetir constantemente que no fue “un golpe de
estado más” o un típico y clásico pronunciamiento-alzamiento cívico-militar.
Fue golpe de Estado bien diferente, en cuanto a que se dista mucho a lo que se
ha visto a lo largo de la Historia (tanto de Venezuela como Latinoamérica)
porque no hubo grandes combates entre las fuerzas enfrentadas, ni
movilizaciones de fuerzas militares, ni mucho menos asaltos armados a la sede
del poder. Así pues, el 11 de abril venezolano no se parece en nada al 11 de
septiembre chileno, a pesar que sectores interesados, se empeñen en mostrar
“similitudes” entra ambos acontecimientos.
Dijimos también golpe de estado más o menos exitoso, porque
logró al menos por 48 horas su objetivo: sacar del poder a Hugo Chávez y
establecer un gobierno provisional. En comparación con las intentonas golpistas
de 1992 (el 4 de febrero y el 27 de noviembre, la primera dirigida por el mismo
Chávez) que fueron los últimos alzamientos militares armados del siglo XX
venezolano, los insurrectos no lograron controlar el poder.
Ahora bien, este golpe diferente se da en un contexto y
antecedentes muy particulares, que explican mucha de las cuestiones que rodean
a esta fecha. En primer lugar, se da en un fortísimo –e inédito- clima de
polarización político-social, apenas comparable al que divide hoy día a los
habitantes de Cuba y su exilio en Miami o quizás, el que en su momento dividió
a Chile o España. El origen de todo ello estaba centrado en el proceso de
cambios políticos iniciados en 1998 con la victoria electoral de Hugo Chávez,
que con un discurso fuerte, prometió cambios radicales y en efecto, terminó
demoliendo el sistema político existente, donde predominaba el bipartidsmo
AD-Copei, pero dentro de mecanismos electorales y conservando todos los
elementos básicos de las formalidades democráticas, heredadas precisamente del
período histórico anterior.
Pero se apostaba al cambio con ruptura, y la ruptura llegó finalmente en abril del 2002. El detonante de la crisis, en teoría fue la pugna por el control de la empresa estatal de petróleo, PDVSA, donde gran parte del personal técnico y administrativo se negó a aceptar un mayor control político por parte del presidente Chávez y se paralizaron, uniendo su gesto a la ya presente punga que sostenían Fedecámaras (la patronal venezolana) y la CTV (la mayor central sindical del país) con el gobierno de Chávez desde finales de 2001.
Pero se apostaba al cambio con ruptura, y la ruptura llegó finalmente en abril del 2002. El detonante de la crisis, en teoría fue la pugna por el control de la empresa estatal de petróleo, PDVSA, donde gran parte del personal técnico y administrativo se negó a aceptar un mayor control político por parte del presidente Chávez y se paralizaron, uniendo su gesto a la ya presente punga que sostenían Fedecámaras (la patronal venezolana) y la CTV (la mayor central sindical del país) con el gobierno de Chávez desde finales de 2001.
Y en todos los eventos, los medios de comunicación jugaron un papel crucial. Si no hubiese habido Televisión ni Radio en todos esos días quizás no se hubiera dado una crisis con tal intensidad. En efecto: cuando el 9 de abril el presidente Chávez apareció en cadena de radio y TV anunciando el despido de los gerentes huelguistas de PDVSA en una forma bastante grosera, los ánimos opositores estallaron y alimentaron más aún el deseo de lucha de los sectores agrupados en la CTV y Fedecámaras. Gracias a los medios audiovisuales todo el país pudo ver el contundente tamaño de la manifestación del día 11 que como un gigantesco río llegó hasta las cercanías del palacio presidencial de Miraflores a pedirle la renuncia a Chávez. Por la misma TV se vieron las escenas de violencia (los famosos disparos de “Puente Llaguno”) y cómo el enfrentamiento entre Chávez y los canales privados de televisión llegaban a su mayor cota (Los canales dividan la pantalla mientras Chávez hablaba en cadena y éste los sacó del aire). Y finalmente por medio de la TV todo el país vio como se entregó Chávez derrotado, (según su alto mando: “Se le solicito la renuncia… la cual, aceptó”) el nuevo alto mando militar nombró a un nuevo presidente, Pedro Carmona, (el empresario y presidente de Fedecámaras) y luego cómo este se autojuramentó y después disolvería los poderes públicos constituidos hasta entonces, en un insólito pero también explicable acto: Ningún golpe de estado preserva intactos los poderes de un gobierno anterior, pues la naturaleza de un cambio de facto, hace que haya que prescindir totalmente de los restos del acién regime.
Al final, sorprendentemente contra todo pronostico, Hugo
Chávez regresó al poder, siendo uno de los pocos presidentes latinoamericanos
que sobreviven a un golpe de estados y son retornados a su puesto (En
Venezuela, durante el siglo XIX, sólo le ocurrió a José María Vargas. Y en
Panamá en el siglo XX, le sucedió por unas horas a Omar Torrijos)
Fueron horas de inmensa tensión y agitación, donde cada lado
experimentó sin dudas una “montaña rusa” de emociones, pasando desde el frenesí
y la euforia hasta el abatimiento total y la tristeza absoluta.
Pero desafortunadamente el retorno de Chávez y la
constitucionalidad, no trajo precisamente ni la paz ni la reconciliación.
También contra todo pronostico, el gobierno de Chávez, que
en teoría había quedado más debilitado que nunca y tenía “sus días contados”,
terminó sobreviviendo. 8 meses después el país viviría un inédito Paro
petrolero que buscaría forzar la renuncia de Chávez y la convocatoria de
elecciones. Durante 63 días, la industria petrolera PDVSA nuevamente en unión
con la CTV y Fedecamaras paralizaron las principales empresas, comercios y
demás industrias nacionales, con la esperanza de lograr la salida de Chávez. A
pesar del activo apoyo de los medios de comunicación privada y las
movilizaciones realizadas en las calles de Caracas, Valencia y Maracaibo (las principales ciudades del país), el paro no cumplió su objetivo, y más bien la
industria petrolera terminó cayendo toda en manos del gobierno Chávez,
sufriendo además el país perdidas que superaron los 10 mil millones de dólares.
Chávez sobrevivió y no sólo eso, pudo también aguantar 1 año
más de ofensiva, ya que la oposición a duras penas y superando los muchos
obstáculos que colocó el gobierno chavista, consiguió en 2004 activar el
referéndum revocatorio constitucional para sacar a Chávez. También contra todo
pronostico, y viendo el clima de infernal confrontación y polarización nunca
antes vista en Venezuela, Chávez obtuvo el 60% de los votos a su favor.
Tal resultado, al igual que los hechos de abril de 2002, no trajo
precisamente paz ni reconciliación. Y en efecto, estos elementos explican mucho
del actual presente venezolano: los ganadores no supieron aprovechar su triunfo
para construir un clima propicio para el entendimiento, sino que consideraron
su victoria como un aval para seguir adelante por encima de todo… y de todos.
Y en efecto, superada la confrontación del bienio 2002-2004,
el gobierno de Chávez hasta la actualidad ha continuado sistemáticamente
imponiéndose sobre el resto del país sus criterios, apoyado precisamente por
las victorias políticas y electorales, negándose a reconocer como legitimas y
válidas las opiniones, acciones y quizás hasta la existencia de los sectores
opositores, alargando aún más el clima de división en Venezuela, que si bien,
ya no tiene los niveles y cotas de violencia del 2002, sí mantiene presente sus
signos y demás cicatrices en la sociedad venezolana.
Por eso no es para nada descabellado afirmar, aún cuando sea
un tópico muy repetido, que: A 10 años del 11 de abril de 2002 el clima de
polarización y confrontación política sigue igual, y parece que nadie ha
aprendido la lección de todo lo sucedido.
¡¡¡Gracias por leerme!!!
Dantesol
Para leer más:
Vínculos webs
Internacionales
Nacionales
Medios oficiales y
gubernamentales
Medios privados e
independientes
No hay comentarios:
Publicar un comentario