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domingo, 12 de diciembre de 2010

MANUEL CABALLERO (1931-2010)





Ha muerto Manuel Caballero, un gran historiador venezolano.

Para mi fue el máximo historiador del siglo XX, no porque no hubiera en este lapso otros excelentes y capaces, que los hay por supuesto, sino porque no hubo otro como él que estudiara tanto y re analizara este siglo tan importante en la vida venezolana.

Su último libro, Historia de los Venezolanos en el siglo XX, precisamente fue una suerte de síntesis que unificó gran parte de toda su obra ensayística dedica al análisis de dicho período y nunca me imaginé que fuera a resultar su última obra, una especie de testamento intelectual que resumía su mayor y principal línea de investigación.

"Mí" Manuel Caballero

Me forjé en los pasillos de la Escuela de Historia de la Universidad Central de Venezuela leyendo sus libros junto con los más complejos de Germán Carrera Damas, los muy sobrios de Elías Pino Iturrieta y los muy ortodoxos textos de Britto Figueroa y Acosta Saignes, todos ellos eran los clásicos de la “nueva historia” venezolana de la segunda mitad del siglo XX que habían modernizado los estudios de esa Ciencia Social y la habían llevado a un gran nivel de profesionalismo que hacía que los que estudiáramos esa carrera leyéramos con ávido interés los textos, más allá de lo obligatorio que era para ciertas materias. Era costumbre entre mis compañeros y yo, conversar mucho, debatir y tertuliar sobre los dichos historiográficos de varios de estos clásicos, y evidentemente muchos tomaban partidos por uno y otros. Unos preferían un pulcro estilo de Pino (que también me gustaba mucho), otros no renunciaban a Carreras por considerarlo indispensable y los marxistas por supuesto no abandonaban a Britto y Acosta por ir siempre “contra corriente”. En mi particular caso me gustaba mucho el estilo de Manuel Caballero, porque coloquial como era a veces, su estilo me resultaba más cercano, amable y práctico para entender bien los hechos históricos que analizaban. Y sobretodo porque él hablaba por lo general de un tema que a mí siempre me gustó mucho: La Política.

Y como Caballero resulto ser un escritor de la Historia muy apasionado, a los que nos gustaba la obra de Manuel Caballero, nos apasionó todo cuando escribiera: un amigo llego a llamarme varios años todos los domingos en la mañana sólo para saber si “me había leído el artículo de Manuel Caballero en El Universal", amén para conversarlo y discutirlo. A la sazón era costumbre, porque todavía no había estallado el boom de Internet, recortar casi como un acto religioso esos artículos de prensa y archivarlos como reliquias sagradas para el conocimiento de la historia nacional. Sin duda podría decir, que aunque nunca me dio clases físicamente, fue un maestro completo para mi, porque me acompaño a lo largo de mi carrera, dentro y fuera de las aular, formando y complementando mi gusto por la Historia a través de sus libros, sus charlas y sus artículos de prensa.

Y ese fue Manuel Caballero para mí, un historiador de carne y hueso que se empeñó en orientar y mostrar con lucidez y valentía, de manera clara y directa para el mayor público posible, sus visiones de la Historia con la intención de aclarar hechos y sucesos, acabar con mitos, alertar sobre deformaciones y sobre todo renunciando a pontificar pues siempre quiso hacer que el lector se transformara en un ser crítico que pudiera hacer suya esa pasión por comprenderlo todo, que es la razón de ser del historiador (según M. Bloch) y que tanto tomó en serio Caballero, que lo hizo un lema personal a lo largo de su dilatada carrera académica y de hombre público.

Una vasta carrera intelectual

Hoy cuando nos ha dejado físicamente, es bueno repasar un poco algunos aspectos de su dilatada obra académica y carrera intelectual. De sus grandes méritos, hay que decirlo nuevamente y no hay que dejar de repetirlo, es haber logrado que su tesis doctoral haya sido publicada por la Universidad de Cambridge, una de las más antiguas de Europa y el mundo, y que en 450 años de existencia no había publicado a alguien de Venezuela. Así pues, con este mérito y su pasó por universidades como la París, Barcelona, Nápoles y Roma fue este un gran venezolano que supo poner en alto el nombre de su país y darle un merecido puesto en los escenarios intelectuales europeos (y norteamericanos), muy interesados pero a veces poco conocedores de la realidad histórica latinoamericana.

Fue uno de los primeros transformadores de la imagen social del historiador, pues en nuestro país, la imagen del profesional de la historia estaba –demasiado- emparentada con la del abogado o el literato que dedicaba en sus ratos libres y encerrado en frías bibliotecas a exaltar el ayer de forma romántica y bastante inútil. Caballero, con su lenguaje directo a veces mordaz va cambiando eso: es el profesor universitario que escribe en la prensa y con alguna imagen de científico excéntrico que recuerda más a un distraído Albert Einstein que a un frío y flemático académico tradicional, Caballero se dio a conocer en el medio cultural por acercar la Historia a la gente, “común y corriente” y no sólo a los letrados y conocedores del oficio. Un mérito que se le agradece y mucho, porque no fueron pocos los que seguramente les termino gustando la Historia y se “enamoraron” de ella.

Personalmente le conocí en 1997, cuando realizó una visita a la Escuela de Historia de la UCV, y de ahí en adelante, al menos un vez cada año me lo logré conseguir en distintos escenario dentro y fuera de la Universidad: en alguna conferencias, bautizos de libros o para grata sorpresa mía en las reuniones de algún otro profesor de la universidad. No está de más decir que siempre fue muy amable conmigo y tuvo la suficiente gentileza y paciencia de soportar mis charlas y autografiarme todos los libros suyos que pude mostrarle.

Una proverbial síntesis ambulante entre erudición y lenguaje llano

Se le criticó a veces el uso excesivo de un lenguaje periodístico para describir y analizar la historia, pero es que resulta que Manuel Caballero, fue primero periodista que historiador y comenzó a darse a conocer ante el país gracias a las columnas de opinión que por los libros de análisis histórico, cuestión que facilitó enormemente su llegada a un público muchísimo más amplio de venezolanos que se acercaron a entender el devenir histórico gracias al lenguaje periodístico de Caballero. Así pues, no es de extrañar que en 1979 obtuviera su primer gran reconocimiento nacional: El Premio Nacional de Periodismo.

Pero la multi disciplinariedad de Caballero no se quedó sólo en las rotativas de los diarios, pues como historiador desarrolló también el enorme gusto por un tema que trabajó tanto en columnas como en sus libros, charlas y conferencias: el la Política, (con su respectiva “P” mayúscula) que lo llevó a querer profundizar y comprender más ese fenómeno social permanente del hecho humano, así que se hizo también Doctor en Ciencias Políticas.

Con ese background intelectual, la síntesis intelectual que fue Caballero se vio reflejada permanente en sus obras, que siempre fueron una gran síntesis de lo que mencionamos: cultivo con maestría el género del ensayo y al hablar con propiedad de los hechos históricos relacionados con Venezuela, siempre se enfocó con natural predilección por los políticos: por el poder, su naturaleza y sus protagonistas (especialmente Gómez y Betancourt), por las formas de ejercer y practicarlo a lo largo de la centuria pasada y como afectó a toda nuestra sociedad. Y siempre que escribió esto lo hizo con un lenguaje abierto y entendible, nunca fueron sus textos ininteligible para el lector, y para nada eso le rebajó ni un ápice su calidad y erudición.

Prueba de ello es que en 1994 recibiría de la entonces muy ortodoxa y enhiesta Academia Nacional de la Historia nada más y nada menos que el premio Nacional de Historia de ese año, producto de su reciente investigación sobre Gómez. Luego en 2007, toda su larga carrera de erudición intelectual se vería coronada cuando ingresó como Individuo de número a ésa Academia, pronunciando un extraordinario discurso de incorporación llamado “Contra la abolición de la Historia”.

De su vasta bibliografía recuerdo ahora de memoria las siguientes obras: La pasión de comprender, Entre Gómez y Stalin, Las Venezuelas del siglo XX, El poder brujo, Ni Dios ni Federación, Gómez el tirano liberal, Las Crisis de la Venezuela contemporánea, De la pequeña Venecia a la Gran Venezuela, Dramatis Personae, Rómulo Betancourt político de nación, Polémicas y otras artes de escribir, La peste militar, Por qué no soy bolivariano, No más de una cuartilla, y por supuesto Historia de los venezolanos en el siglo XX. En sus últimos años, la Editorial Alfadil (hoy Alfa) creo una biblioteca editorial con su nombre, donde se reeditaron muchos de los títulos aquí mencionados, ya que esos textos se encontraban agotados desde hacía años, y ciertas editoriales comerciales acostumbradas a importar best sellers extranjeros no mostraban interés en la producción nacional y menos la histórica, y también es necesario decirlo y denunciarlo: las editoriales del Estado que antaño le publicaron, por razones políticas se negaban a reeditar sus textos.

Mención aparte merecen sus columnas periodísticas, que como ya dije le permitió llegar a un público más amplio de una manera más cotidiana y rápida. Su primera selección de trabajo se compiló en una publicación llamada; “El mundo no se acaba en diciembre” donde dejó claro su estilo llano pero contundente. A partir de 1983, cuando la situación económico-social empezó del país comenzó a hacer crisis, sus columnas, primero en El Nacional, luego en El Diario de Caracas, y luego finalmente en El Universal fueron espacios de permanente reflexión y análisis de lo que acontecía ya fuera en 1989, 1992, 1993, 1998, 2001, 2002, 2004 ó 2007.

Memorables fueron sus columnas de 1992 (después del alzamiento golpista del 4 de febrero) y de 1998 (después del triunfo de Chávez y que se llamó: “Como siempre: en la oposición”) donde dejo claro tanto su preocupación por el futuro del país, a raíz de las acciones que sucedan y decisiones que tomemos en el presente, así como su permanente espíritu de lucha... aún si se es minoría.

Su gran legado...

Y precisamente este punto enaltece más la figura de Manuel Caballero: su honestidad intelectual, porque siempre habló y escribió de y sobre la Historia movido por sus principios y en honor a ellos, cuando decía y defendía una postura, una verdad, lo hacía clara y abiertamente sin importar que fuera o no popular. Es una gran enseñanza moral de alquilen que es doblemente colega para mí: porque no sólo fue historiador si no también maestro, y queriendo enseñar a muchos la historia, también enseño una postura ética ante la vida y la responsabilidad que es tener o poseer saber en nuestra sociedad, que no es sólo un asunto de pedantería, sino de guía y orientación.

No en balde en sus últimos años gustaba de repetir una vieja frase que decía “La Historia es la conciencia de la Humanidad” pues en virtud de ello, el historiador no podía ser menos que un gran concientizador en la sociedad. Un papel de guía y maestro que se nos está desapareciendo en el mundo y hoy nos hace más falta que nunca, por eso es que Manuel Caballero –al menos para mi- dejó un huella y un gran ejemplo en lo académico y lo personal.

Nos queda su obra y el recuerdo de accionar para los que nos conocimos, y para quienes lo leímos y admiramos tanto, su sapiencia y su ejemplo son semillas para que la Humanidad siga contando siempre con su Conciencia.

Muchas gracias, apreciado Maestro.
Lo extrañaré...

¡Paz a su alma y Gloria eterna a su obra!

Gracias por leerme.

Dantesol

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