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sábado, 14 de febrero de 2009

50 años de la Revolución Cubana, un Análisis (y III)

Culminamos finalmente nuestro análisis e interpretación sobre la cincuentenaria revolución cubana con esta tercer y última entrega, que es la más larga de la tríada, pero creo que vale la pena leer


El fin de la hazaña y la magia

Ahora bien, creo que tanto el romanticismo como la mitología se acaban y los hechos reales se van mostrando cada vez más con contundencia empírica para entenderlos mejor, menos sentimental y mas racionalmente. Eso también paso con Cuba y su revolución.

Observar la evolución del proceso cubano ayuda a entenderlo. Lo que se planteó a fines de 1958 y principios de 1959 nada tenía que ver con lo que se consolidaría 5 años después: Cuba de pasar a derrocar a un dictador y prometer una verdadera democracia, se convirtió en un país comunista, el 1º de América, con dictadura de partido único, control del Estado de toda la economía y supervisión de todos los aspectos sociales. La muerte del Che Guevara en 1967 y el consecuente debilitamiento y derrota de todos los grupos guerrilleros de la región, aisló a Cuba de su región natural y la entregó de lleno al control de la URSS, que vino a ocupar el papel que hacía EEUU antes de Castro. La Sovietización de Cuba con su burocratismo, centralismo y represión importada de Moscú haría demostrar que de romántico, glorioso y mitológico no quedaba nada en la Cuba castrista.

Esto se vio precisamente a partir de los años '70 cuando los poetas Heberto Padilla y Reinaldo Arenas (en la imágen de la derecha) debieron soportar la censura, la exclusión y finalmente la represión y el exilo -tal cual pasaba en la URSS con los escritores disidentes- generando una crisis que afectó la reputación de la revolución y le restó apoyos internacionales (como Carlos Fuentes, Vargas Llosa o Sarte). La situación se agravó más en 1977, cuando Castro permitió a las Naciones Unidas llevar un delegado de Derechos Humanos y la información recabada fue lo suficientemente clara y contundente para demostrar que como otros país de Latinoamérica en su larga historia, Cuba era una dictadura más a pesar de su carácter revolucionario, y que a pesar de su prédica a favor del socialismo, la justicia y el bienestar colectivo, en Cuba lo mismo que en China, Corea del Norte Europa Oriental y la URSS había presos políticos, cárceles y campos de prisioneros, siendo "Villa Marista" el Gulag caribeño.




O sea del Batisterismo pro norteamericano se había pasado a un Castrismo pro soviético, por ende un sistema totalitario y autocrático que difícilmente tenía poco que diferenciarse de grandes despotismos sean estos de izquierda o de derecha. Tales conductas ponían a Cuba, antes ejemplo de libertad, a la par de régimenes como el de Franco en España, que cercano al fascismo mantuvo a toda una sociedad bajo su control, reprimiéndola y paralizándola ante los cambios del mundo, pero por motivos ideológicamente opuestos, pues si para el franquismo la excusa para la falta de libertades era "la conspiración masónica y marxista mundial ", la justificación de la dictadura comunista en el castrismo es "el bloqueo y la permanente agresión norteamericana".

El vivir bajo ese permanente estado de control policial y con chantaje ideológico encima (“si te opones eres traidor”, “si no estas con nosotros estás contra nosotros” etc.) típico de gobiernos cerrados, explicarían el surgimiento de un fenómeno social y político, inocultable para la revolución cubana: Los Balseros, cientos de miles de personas que hartas o asustadas de su realidad presente y preocupados por su futuro, se lanzan al mar a arriesgar la vida para abandonar su isla natal. Convirtiéndose en la peor imagen que pudo mostrar al mundo la revolución cubana.





Pero ni aún con esto, la Revolución Cubana cambiaría su orientación política-ideológica ni la forma de entender o aplicar las libertades, pues la lucha contra los Estados Unidos seguiría marcando la pauta del cómo, cuándo y los por qué de ése tema. Al respecto Castro dejó claro en 2006 esa concepción al decir en una larga entrevista al periodista español Ignacio Ramonet, que "En una plaza sitiada la disidencia es Traición" (Véase: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=31861), frase contundente que refleja que ya quedaba muy poco de romanticismo y nada de mitología en la Cuba revolucionaria.




Esa idea extremista tal vez daba sus frutos en un mundo bipolar, donde la confrontación este-oeste del capitalismo norteamericano y el comunismo soviético permitían y justificaban cualquier tipo de barbaridades, disparates y crueldades porque había una guerra, la “guerra fría”



Pero el fin de ese conflicto, fue también el fin de la excusas.

Ya es lugar común decir que con el colapso de la URSS Cuba se quedó sola en el mundo y perdió el mil millonario subsidio que le daban los rusos, pero poco se analiza con lo que paso en los años inmediatamente antes de esa soledad y esa crisis.

Cuando Gorvachov inició sus famosas Perestoika y Glasnot, intentó en vano que esas ideas se aceptaran en su país y también en Europa del este. Los llamados miembros del “ala dura” pensaban que más libertades individuales en lo político, transparencia informativa y apertura privada en lo económico eran una “traición al socialismo” y una vuelta a antes 1917. Pues el mismo rechazo que encontró en la Alemania de Honecker y la Rumania de Ceauşescu, vino a encontrar en la Cuba de Fidel Castro.

Fidel apeló astutamente a las diferencias entre cada país (la URSS y Cuba) y sorprendentemente al “respeto a la soberanía” para que dejaran a Cuba tranquila si la Unión Soviética decidía democratizarse:

“¿No parece verdaderamente absurdo pretender —como hacen algunas personas en el extranjero— que nosotros le apliquemos a un país de 10 millones de habitantes las fórmulas que hay que aplicar en un país de 285 millones de habitantes, o que a un país de 110 000 kilómetros cuadrados le apliquemos las fórmulas para la construcción del socialismo que tiene que aplicar un país de 22 millones de kilómetros cuadrados? Cualquiera comprende que es un absurdo, cualquiera comprende que es una locura, como sería una locura pretender que nuestras fórmulas fuesen aplicables a un país gigantesco como es la Unión Soviética. (…) “Hay algo más, si un país socialista quiere construir el capitalismo
tenemos que respetar su derecho a construir el capitalismo, no podemos
interferirlo, del mismo modo que exigimos que nadie tiene derecho a interferir
la decisión soberana de cualquier país capitalista o semicapitalista del mundo
desarrollado o del mundo subdesarrollado de construir el socialismo. De manera
que el principio de respeto irrestricto a la voluntad soberana de cada pueblo y
de cada país es una regla de oro de los principios del marxismo-leninismo
(APLAUSOS)”
Discurso de Fidel Castro durante la Visita de Gorbachov a la Habana,
4 de abril de 1989 (véase el discurso completo en: http://www.cuba.cu/gobierno/discursos/1989/esp/f040489e.html
)

Estos conceptos nada tenían ya de revolucionarios, sino más bien de muy reaccionarios, porque Cuba se alineaba entonces con los que precisamente no querían “cambios” sino más bien “mantener” el sistema, el status quo que precisamente Fidel Castro representaba.


Mientras el mundo vio en 1989 como en Alemania caía el muro de Berlín y en Rumania derrocaban a la fuerza al comunismo, Fidel Castro prefirió observar como en Pekín los tanques chinos aplastaban la rebelión de los estudiantes en Tian'anmen, y tras el colapso de su antiguo aliado socialista; se acerca ahora a China (antes criticada por él cuando se dio el conflicto chino-soviético) y firma un acuerdo comercial con ellos por 500 millones de dólares. Cuba se llenará de muchas bicicletas y del método “chino”: Férreo control político del Partido único, pero inversión privada extranjera muy abierta y liberal para que la economía flote y prospere. El Turismo será la baza principal para ese llamado “período especial” donde más que continuar, lo que se busca es que el socialismo cubano sobreviva.


Y tal cual como cuando Franco en España, “Cuba era diferente”, millones de turistas decidieron conocer las bellezas y los encantos de la gente y la isla cubana, motivados en gran parte por la curiosidad y el raro exotismo que daba él último bastión del comunismo en occidente y la guerra fría. Nunca como antes ser rebelde era tan rentable y económicamente muy beneficioso. Beneficio que se acrecentaba porque nuevamente Cuba se quedaba sola, ahora sí literalmente sola frente a los Estados Unidos, y el temible ataque del norte –que nunca se dio- sirvió para hacer llamativo ese destino turístico.

Pero a diferencia de los años 60 la soledad de Cuba frente a los Estados Unidos, no se tradujo en la región con un nuevo aislamiento regional. Todo lo contrario: casi todos los países de América Latina mantuvieron relaciones diplomáticas con Cuba y Fidel Castro fue invitado a la primera cumbre iberoamericana de Guadalajara en 1991.

Lentamente se hizo común “aceptar” y “tolerar” como algo “común” el gobierno castrista en Cuba, al punto que nada de raro tenía que presidentes o políticos de derecha fueran a la Habana, se entrevistaran y fotografiaran con Fidel Castro. Muchos países del mundo, sobretodo europeos seguirían mostrando sus simpatías hacia Cuba y Castro porque ahora más que nunca Fidel era visto como una figura apacible y bonachón de “el viejito simpaticón” de la Habana. Fenómeno que sin duda contribuyó a crear un ambiente de distensión interna que en 1998 permitió un hito histórico sin precedentes: La visita de Juan Pablo II a la isla, o sea el último reducto del comunismo en el mundo occidental era visitado por aquél que había dado inicio hace 20 años el ánimo para hundir el bastión del comunismo en la Europa oriental. Tras la visita, que no causó una repercusión como la Polonia en 1978, mucho se habló de que Cuba y su revolución entraban en su último capitulo, el de la transición a la democracia.

Pero el “capitulo final” de la Revolución cubana lo darían los fenómenos y personajes externos.

El retorno pacifico y electoral de la izquierda a la vida política en América Latina en los años ’80 y sobre todo los ‘90, les permitió lentamente llegar al poder, pero curiosamente esa vía tan diferente a la que propugnaba a la revolución cubana, pareció darle un inesperado impulso a Cuba (o a su modelo) como base a un “modelo alternativo de sociedad” que no estuviera enfocado en el neoliberalismo ni aceptando a los Estado Unidos como eje rector del hemisferio. A su vez una fuerte corriente neo conservadora, también en esos años y que toma la economía de mercado como base para hacer triunfar o estabilizar las libertades políticas del ciudadano a costa de la disminución del papel del Estado, ha venido afianzándose en el hemisferio tras la era Reagan en Estados Unidos y los sucesivos ejemplos reformistas en Argentina y México hechos con cierto éxito. Este último modelo ve a Cuba como el “modelo fracasado a superar” y plantea aceptar sin trapujos la globalización como un fin de las barreras nacionales que por defender soberanía condenan a la región a estar atrasados frente a economías y sociedades como la norteamericana o la europea. Como se ve, dos modelos contrapuestos se enfrentarán a fines del siglo XX y principios del XXI en América Latina.

Asimismo dos figuras externas marcarían la vida de Cuba en estos años quizás como El Che, Kennedy o Kruschev (también personajes extranjeros) marcaron otras etapas de la vida cubana. Sucede que entre 1999 y 2001 dos figuras antagónicas, geográfica e ideológicamente se enfocarán sobre Cuba, como caras visibles (y extremistas) de las dos concepciones antes descritas. Hablamos de Hugo Chávez, el presidente venezolano de izquierda radical que asume el poder en 1999 y George W Bush, mandatario estadounidense que el 2001 se inaugura en el cargo como máximo exponente del neo conservadurismo norteamericano.




Chávez fue el primero en centrarse sobre Cuba: reconociendo una profunda y a veces extraña devoción por Fidel Castro, usa el importante poder económico del petróleo para apoyar a Cuba, subsidiándole combustibles y dándoles créditos preferenciales a la Isla que la ayudan a superar las dificultades del “periodo especial” que hubo tras el colapso soviético. Esta ayuda parece exaltar la posibilidad de “reintentar” la revolución en América Latina y despierta los entusiasmos (y también los extremismos) de muchos en la lucha contra el sistema capitalista, las oligarquías nacionales y sobre todo el control o predominio norteamericano en la región. Al menos en palabras, con la retórica y el lenguaje usado en los discursos, parte del espíritu de los años ’60 reverdeció con el apoyo económico-petrolero de Chávez a la Cuba de Fidel.

Pero de la acera de enfrente, se encontraba el todavía principal poder del Hemisferio, y que desde 1991 era la única súper potencia global, los Estados Unidos. Gobernado por George W. Bush, un fundamentalista religioso, de una familia de duros republicanos fieles creyentes en un Estados Unidos fuerte e intervencionistas a nivel internacional y partidario irrestricto del libre mercado dentro y fuera de sus fronteras. Bush le debía mucho al electorado cubano, exiliado en la Florida, en las polémicas elecciones presidenciales de 2000, y haría saber su agradecimiento a lo largo de su mandato. Cuando en el preciso año 2001 Estados Unidos sufre su mayor y peor ataque terrorista en su historia, las alarmas se disparan y bajo la consigna de la seguridad nacional Bush y sus neo conservadores dirigirán una cruzada mundial llamada la “guerra contra el terrorismo” donde las potenciales amenazas serán atacadas, pero también los tradicionales enemigos de los Estados Unidos son puestos en la mira… Cuba es uno de ellos, al menos en la encendida retórica.

Paralelamente en el mismo año 2001 la revolución chavista que se realiza en Venezuela se radicaliza aún más, agravando la polarización política entre los venezolanos, que llegará a su clímax de confrontación en el 2002 con un golpe y contragolpe de estado y un largo paro petrolero. En medio del calor del enfrentamiento político cada bando saca a relucir la vinculación de Cuba en la vida política Venezolana: mientras Chávez y sus seguidores afirman que Venezuela irá al mismo “mar de la felicidad” que vive Cuba, los opositores condena la “cubanización” del país. Así, pues mientras el chavismo ve a Cuba como el ejemplo de “dignidad latinoamericana”, el anti chavismo lo ve como un país atrasado y oprimido por el “castro-comunismo”, lo que genera encendidos debates, agrias polémicas y duros enfrentamientos, (que no se veían desde los años ’60) que tuvieron su momento más álgido en el intento de asalto de la embajada cubana en Caracas en abril del 2002 por unos enardecidos opositores anti chavistas.



Cuba necesita encarecidamente el petróleo y el subsidio económico venezolano,
razón por la cual se va involucrando con el gobierno chavista, mandándole médicos y alfabetizadores para programas sociales en Venezuela llamados “misiones”. Fidel Castro va uniendo cada vez más la suerte de su país – y su revolución- a la de Venezuela, a medida que éste último país formaliza su radical oposición a los Estados Unidos.

Parecen reverdecer en teoría (y sobre todo por el lenguaje) los años de pugna con el imperialismo norteamericano y la búsqueda de una nueva utopia anti-burguesa y anti-capitalista, pero ahora no por las armas sino – ¡quién lo dijera!- por los votos. Lula da Silva en Brasil y Evo Morales en Bolivia, viejos aliados de Cuba en el Foro de Sao Paulo ganan el poder entre 2002 y 2003 y es inminente el crecimiento electoral de los sandinistas en Nicaragua, los del FMLN en el Salvador y el Frente Amplio uruguayo, (éste último llegará al poder en el 2004)

Es entonces cuando Cuba y Fidel Castro se sienten fortalecidos, lo suficientemente seguros para… dar vuelta atrás a los cambios muy tímidos que había vivido la isla tras el colapso soviético. Y es así que con el apoyo económico venezolano y un vecindario más afín y menos hostil, Cuba vuelve a reafirmar el control del Estado en áreas antes aperturadas como el turismo.... y lo más grave: aprieta las tuercas de la represión contra la disidencia interna, a raíz del secuestro frustrado de un barco por personas que intentaba escapar de la Isla.






El hecho permitió el endurecimiento de la represión, ya que se alegaba en Cuba que tras la invasión a Irak por parte de los Estados Unidos, era posible que Bush estuviera dispuesto a todo, ya que le debía enormes favores al exilio cubano en Miami y allí había habido manifestaciones anti castristas pidiendo una invasión a la isla. Y ante ese temor infundado o no, se fusiló a los 3 hombres que intentaron secuestrar el barco, y de pasó se encarceló a 75 opositores entre periodistas y dirigentes. (Y ya antes se había declarado “intocable” e “inmodificable” el sistema socialista en la Isla, desarmando la propuesta pacifica, legal y electoral del “Proyecto Varela”, hecho por la oposición interna que recogió 11 mil firmas para convocar un referéndum que agilizaran cambios democráticos en Cuba a través de su propia constitución)

La conmoción fue mundial.

Ya no había guerra fría que justificara tales excesos. Y Cuba, había vuelto a mostrar el lado totalitario, brutal y represivo que se suponía nunca su revolución libertaria no debía dar… Y al que se suponía su revolución pondría fin al tumbar a Batista.

Los fusilamientos pusieron en evidencia que Cuba era simplemente una dictadura, que tal cual como otro régimen despótico, la oposición no sería tolerada en un momento de crisis y desafiar al orden establecido (sea revolucionario o reaccionario) se pagaba con la vida, con tortura o con presidios.
(Véase: http://news.bbc.co.uk/hi/spanish/latin_america/newsid_2977000/2977603.stm )

Los fusilamientos como expresión de una pena política y en un país del mundo occidental, siempre se han visto como un hecho desproporcionado y condenable, que por su dureza y brutalidad despiertan el rechazo del mismo mundo occidental, y tal cual como en su momento despertaron los que hiciera Franco en España (el proceso de Burgos o los de 1975) los que hizo Fidel Castro en Cuba, terminaron de marcar el punto de inflexión final de la revolución-dictadura cubana. Y precisamente de España, país que sabía justamente qué significaban fusilamientos en su vida política, es de donde vendrá la muestra más clara de cómo pareció agotarse el romanticismo y la mitología a favor de la revolución cubana, cuando en el año 2003 llegarán por primer vez duras y críticas al régimen de Castro, por parte del sector artístico y cultural de la península que durante largo tiempo mantuvo su simpatía por Cuba y su revolución tanto como la que había en América Latina.

Los artistas e intelectuales españoles fueron claros al recordar ante un aumento de la represión política que: "Basta ya de escudarse en las atrocidades del enemigo para cometer impunemente las propias", O sea el Bloqueo-embargo norteamericano ya no podía ser la excusa universal y asimismo la lealtad ideología no podía disculpa denunciar la verdad pues: "Las injusticias y los crímenes contra la humanidad han de ser denunciados por los ciudadanos, vengan de donde vengan y los cometan quienes los cometan"
(véase: http://news.bbc.co.uk/hi/spanish/latin_america/newsid_2982000/2982313.stm)

Hasta el escritor portugués, Premio Nobel de literatura (y filiación comunista) José Saramago fue durísimo en su ataque, llegando incluso ha hablar de una ruptura entre él y el régimen cubano: “Cuba no ha ganado ninguna heroica batalla fusilando a esos tres hombres, pero sí ha perdido mi confianza, ha dañado mis esperanzas, ha defraudado mis ilusiones. Hasta aquí he llegado”
(Véase: http://news.bbc.co.uk/hi/spanish/latin_america/newsid_2946000/2946683.stm)



Finalmente el filósofo Fernando Savater fue más específico al señalar que la postura española frente a cuba se debía a que: "Mucha gente veía a Fidel Castro como a una especie de Franco de izquierdas, y como mucha gente en España seguía soñando con Franco, pero no le gustaba un Franco de derechas, pues veía en Castro a un Franco de izquierdas que sí era aceptable y hasta positivo" rematando que por eso mismo: "Igual que consideramos que hay que luchar contra una guerra injustificada y contra un atropello al derecho como es la guerra en Irak, de la misma manera hay que protestar contra el constante atropello a los derechos que es el régimen cubano"
(Véase: http://news.bbc.co.uk/hi/spanish/latin_america/newsid_2985000/2985077.stm)

Estas ideas las sintetizó y clarificó aún mejor en un brillante artículo que revela con su titulo, (“Franco en el Caribe”) la complejidad y gravedad del fin de la magia, el romanticismo y la epopeya con Cuba y su revolución, que finalmente los tiempos habían cambiado y no valían las excusas político-sentimentalistas de antes:


“(…) Fue comprensible allá por los años sesenta que la mentalidad de izquierdas simpatizase con los inicios de la revolución cubana, hasta que resultó inequívoca su deriva hacia el totalitarismo soviético. Incluso bastante después, resultó humanamente justificable que quienes vivían en países latinoamericanos cuyas posibilidades democráticas estaban permanentemente cortocircuitadas por dictaduras militares alentadas desde Estados Unidos, siguieran disfrutando desde lejos el castrismo como una especie de revancha contra sus opresores. ¡Pero todavía hoy, en el siglo XXI, cuando ya nadie salvo los obnubilados o los cómplices ignoran no sólo que la dictadura castrista encarcela y asesina, sino que el bloqueo
estadounidense es la coartada justificatoria y no la causa del fracaso económico del monocultivo impuesto por decreto...! ¡Cuando ahora resulta insultante para los pueblos americanos que se intente justificar desde Europa la pérdida de libertades en Cuba en nombre de sus logros en educación o sanidad, como si estos no existieran en otras latitudes acompañados de todas las libertades políticas! (…)”
(Publicado en la Revista “Viva”, Diario El Clarín, Buenos Aires-Argentina 13/7/2003)

Y precisamente esa podría ser la nota final a este post sobre el 50 aniversario de una revolución que captó la imaginación y esperanza de todo un sub continente y que hoy aún genera fuertes pasiones y polémicas, por los resultados tan antagónicos y dispares que ha generado: Independencia frente los Estados Unidos, pero dependencia frente a la URSS; marcó el fin de una típica dictadura militar caudillista pero estableció un autoritario gobierno centralizado de partido único; y sobre todo logró brindar educación, salud, cultura y deportes para todos pero ausencia de libertad individual, de expresión y de organización política, para todo aquél que quisiera plantear una opción distinta e independiente del Estado controlado por el partido comunista, a su vez dirigido con mano de hierro por Fidel Castro.

¿Un futuro a 50 años?
Cincuenta años son mucho tiempo para un proceso político en América Latina, y aunque quizás sea poco comparado con otros lugares del mundo (Europa y Asia) en nuestra región llegar a los 50 es un gran logro precisamente no por longevidad en si misma, sino por lo contrario: la hazana de sobrevivir a la inmediatez y la inestabilidad que caracteriza a Latinoamérica y hace que los procesos tengan vidas limitadas a 10 ó 15 años como promedio, de 15 a 25 como máximo y más allá de los 25 años como la excepción.


Dentro de los que entran al caso de “la excepción” se perfila el caso cubano como uno de los más sobresalientes, porque llega allí como casi todos los procesos: con claros y evidente signos de agotamiento. Si bien la llamada anti política carcomió los cimientos de las diversas democracias latinoamericanas, amén del burocratismo estatista de un lado y el neoliberalismo por orto, no fueron los únicos sistemas políticos que el fin del siglo (el XX) presentaron crisis. En el caso cubano se ve y se nota la Política (así, a secas) terminó de mostrarse completamente para terminar imponiendo cambios en la Isla.

Ciertamente la caída de la URSS puso en jaque a la Cuba castrista, pero fue a inicios del siglo XXI que se escribió – a todas luces- el que es en definitiva el verdadero capitulo final de la revolución cubana, cuando su principal fortaleza, mostró sus debilidades: Fidel Castro, el símbolo de la revolución y la representación del poder se desmayó primero acto público y finalmente se cayó en otro, así dejó entrever que el “coloso de Sierra Maestra”, era tan vulnerable como cualquier otro mortal, y que la presencia eterna del líder de la revolución no era más que una ilusión, que inevitablemente no estaría siempre en el poder. Finalmente tras regresar de un acto en Argentina (curiosamente de Rosario, la ciudad natal del Ché Guervara) Fidel hubo de someterse a una operación, cuya convalecía finalmente lo hizo separar del poder. Esa sería la última vez que se presentaría ante las multitudes latinoamericanas, y la última vez que se le vería con su inefable uniforme verde oliva.

La salud hizo su trabajo y la edad obligó a darle paso a un cambio, tímido, pero visible. Así pues un régimen profundamente centralizado y que depende del peso que ejerce ya sea con carisma y autoridad, su líder máximo, empieza a mostrar signos de crisis, cuando el mismo líder ya no puede ejercer su liderazgo. Asimismo la ausencia de renovación de los cuadros dirigentes convertidos en una gerontocracia burocrática, acompañada de las crecientes demandas de sectores sociales (entre ellos el juvenil-estudiantil) que no se ven satisfechas por las políticas implementadas, llevaron a Cuba a implementar tímidos cambios.

A 50 años de su revolución, corresponde a las nuevas generaciones cubanas, hijas y nietas de esta revolución, realizar en su siglo su propia revolución, la que de verdad satisfaga sus expectativas y deseos de cambio, que el cincuentenario proceso, por envejecido, ya no puede dar.

Hoy indudablemente por eso hay una transición en Cuba, realizada nada más y nada menos que por Raúl, el hermano de Fidel Castro, conocido por una aparente fama de duro, radical e inflexible, que precisamente desde el poder ha mostrado todo lo contrario: permitió la expresión de las quejas de los jóvenes estudiantes cubanos, manifestó su rechazo al “igualitarismo” a tabla rasa que ha imperado en Cuba y ha permitido que por fin los cubanos puedan comparar bienes a eso se le sumo la Descentralización de la agricultura, el Acceso a hoteles y alquiler de autos, acceso a teléfonos celulares y la agilización de trámites de propiedad de viviendas.

(Véase:
http://news.bbc.co.uk/hi/spanish/latin_america/newsid_7227000/7227977.stm
http://news.bbc.co.uk/hi/spanish/business/newsid_7517000/7517785.stm
http://news.bbc.co.uk/hi/spanish/latin_america/newsid_7449000/7449705.stm
http://news.bbc.co.uk/hi/spanish/latin_america/newsid_7347000/7347424.stm
http://news.bbc.co.uk/hi/spanish/latin_america/newsid_7343000/7343939.stm )

Son unos cambios muy tímidos, pero espectaculares en comparación con los 47 años de gobierno de Fidel Castro, donde esas cuantas cosas eran impensables e intolerables… razón por la cual Fidel, quien todavía escribe en el Granma, critica veladamente esas medidas, por considéralas contrarias al “espíritu de la revolución”. ¿A dónde irá esta transición? Tocará a la Historia responderlo. Lo cierto es que sin Fidel, ya no hay revolución cubana, en el sentido clásico de la frase. Él fue su creador y principal impulsor, como tal fue el símbolo viviente: el Quijote de la Sierra Maestra que derribó los molinos de la dictadura batistera y el David del Caribe que retó al poderoso Goliath norteamericano. Salió ileso de cientos de complots y atentados, y se convirtió en un notorio líder del tercer mundo. Fue un mito viviente, y sin él, la revolución cubana pierde toda la poca magia y el contendido que le pueden quedar, pues como él no hay un “revolucionario modelo”.




Para el resto de los latinoamericanos, (y quizás del mundo) esta revolución quizás siga viviendo 50 años más, captando como ha hecho la imaginación y las pasiones de quienes se acercan a ella a comprenderla, para así, según sus preferencias, alabarla o condenarla. Pero a 50 años de su triunfo, la revolución cubana, que marcó literalmente el siglo XX latinoamericano en un parte aguas, un antes y después, y como todo ciclo, tras su origen y desarrollo, ahora está marcando sus pasos finales. Ya no puede ofrecer más porvenir porque sólo vive de sus leyendas y hazañas pasadas y cuando sólo se vive del ayer, ya sencillamente no queda futuro. Y es 50 años en América Latina es demasiado tiempo.

Nuevamente, como siempre, los hombres y mujeres que hacen la Historia tendrán la última palabra.


¡Gracias por leerme!


Dantesol

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Todo lo relativo a la cuba contenporànea està aquì. No le falta nada.
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Buenìsimo lo de Joan Manuel Serrat. a propòsito te invito a entrar en tigrero y buscar la parte delativa a mùsica, donde està una entrada con el extracto del discuso de Serrat al recibir el honoris causa.

Por supuesto, tambièn te invito a entrar en la parte de historia. siempre es buena la opiniòn de un experto

Daniel Terán-Solano (Dantesol) dijo...

Muchísimas gracias por su visita y sus comentarios. Estaré visitando pronto su Blog.