Tengo varios años que no realizo un balance del período anual que termina, y este último día de 2016 intentaré abordarlo pero de una manera diferente a lo anterior y de forma mucho más personal.
Bienvenidos...
sábado, 31 de diciembre de 2016
2016: Un balance personal
Tengo varios años que no realizo un balance del período anual que termina, y este último día de 2016 intentaré abordarlo pero de una manera diferente a lo anterior y de forma mucho más personal.
miércoles, 30 de noviembre de 2016
Entrevistado como una "personalidad"
Educador universitario de prestigiosas universidades venezolanas, Daniel Terán, con su humor e intelecto interesa día a día a estudiantes y agregados sobre historia.
Daniel Terán es profesor universitario que dicta o ha dictado clases e prestigiosas casas de estudio como la Simón Bolívar (USB), la Católica Andrés Bello (UCAB) y la Universidad Central de Venezuela (UCV). Licenciado en Historia y con varias especializaciones y en el proceso de adquirir un doctorado, Terán es el firme ejemplo del hombre humanístico que se niega a dejar de aprender y, sobretodo, de enseñar. Se considera optimista y escucharlo cinco minutos hablar es suficiente para confirmarlo.
Entre las distintas maneras de conocer a Terán, las más peculiares son, escuchar de él a través de estudiante que no lo conocen pero han escuchado sobre su dinámica de clase, o verlo en canales televisivos nacionales donde ha participado como historiador.
Su cubículo en la sala de profesores de la Escuela de Historia de la UCV está impregnado de su personalidad. Enciclopedias completas, estampas de sus santos, una bandera venezolana de siete estrellas, libros sobre historia y demás objetos que vuelven amena su estancia en el pequeño espacio que se le provee.
Daniel el historiador.
Cuando se trata de historia, la faceta profesoral de Daniel siempre está a flor de piel. Con más de quince años ejerciendo la docencia, conseguir temas de conversaciones enriquecedores con este hombre se da con facilidad. Ningún tema es banal o carece de importancia. Desde nimiedades tales como el origen del nombre de las hamburguesas hasta un profundo análisis crítico de la historia venezolana: todo temática puede ser discutido con el profesor Terán.
Pero este interés por la historia no vino de un momento a otro. Desde pequeño, a Terán le interesaron los temas históricos y políticos. Al pequeño niño no solo le llamaba la atención los dibujos que aparecían libros sino también su texto.
El primer evento histórico que recuerda Daniel es el bicentenario del nacimiento de Simón Bolívar (1983, cuando apenas tenía cinco años), conocido como el Libertador de la Gran Colombia. Este fue el catalizador para que se interesase por el contexto histórico del país.
Siente un gran interés por la figura del presidente Isaías Medina Angarita quien, en su opinión, el mejor presidente de nuestra historia ya que se dedicó a recuperar el país, la prosperidad material y divulgar valores democráticos.
El profesor Terán
Aunque Terán es un hombre que mide más de 1,80 m, es fornido y posee una espesa barba negra, muchas veces tiende a ser sinónimo de risa o hasta ternura entre sus estudiantes.
La primera experiencia de Terán como profesor fue dando clases a niños de sexto grado como suplente. Sin embargo, también disfrutó de dar clases a niños de primer grado aunque nunca se haya llevado bien con las matemáticas. Desde joven notó que sentía interés por educar a los demás. En varios años dio clases en distintos colegios y liceos metropolitanos. Actualmente, dicta distintas materias sobre historia en la UCAB, UCV y Universidad Monteávila.
Daniel es un profesor dinámico y que busca siempre mantener la atención de sus alumnos. Realiza entretenidos dibujos e ilustraciones en el pizarrón lo que por lo general logra captar el ojo despistado de sus estudiantes. Con un humor que a veces podría rallar en lo ofensivo, Terán se mete con sus estudiantes tanto dentro como fuera de las aulas de clase. “Creo que siempre notan que no lo hago con mala intención”, expresa tras contar varas anécdotas de su trato a estudiantes.
“Si por lo menos, son de familia portuguesa, les hablo en portugués. Si la persona es de piel oscura, le digo ‘señor Babalú’, ‘señor Changó’. Si un alumno tiene un gesto particular, me fijo en el, pero no burlándome, por supuesto”. Nuestra realidad es que el venezolano es chalequeador y tiene a sentirse en confianza cuando puede hacer bromas sin que los demás se sientan aludidos. “Mi intención es que los alumnos se sientan en confianza, y bajen un poco las tensiones previas con la materia que a veces puede verse como filtro”, explica en voz baja, ahora desde su aula de clases en la UCAB, mientras sus estudiantes presentan examen.
Su ojo crítico también ha evitado conseguir problemas con sus alumnos y es que la interacción con ellos tiende a ser su parte favorita de dar clases. “Me gustan las clases porque es un momento en el cual uno se despliega (…), sentirse a gusto con lo que uno sabe y el gusto de compartirlo”, explica con un rastro de sonrisa desde el otro lado del escritorio de la pequeña habitación.
Parece increíble el don que tiene Terán para impartir clases, y es difícil de pensar que alguien con tan buena habilidad para educar, en principio no haya pensado que podría trabajar en ello. “Yo quería ser investigador. Historia tiene dos perfiles: el investigador, que se traduce a los libros o el docente… y yo quería ser investigador (…), pero resulta que la vida me llevó a ser profesor y me gustó.”
Claro, eso no significa que solo se limite a ser profesor. Le encanta la idea de divulgar la historia, aunque no busque la fama o reconocimiento con ello. Al ser comparado con Carl Sagan, Terán ser ríe y admite que eso es una gran mentira. Poner al alcance un conocimiento que muchas veces tiende a estar fuera del alcance del ciudadano común, ya sea por desinterés o complejidad, el profesor Daniel sabe plasmar de manera aparentemente obvia y entretenida. “Dar clase es darle la oportunidad al que no sabe que sepa y al que esté equivocado, corregirlo”.
Daniel el pana
Con colegas que constantemente se van del país o se encuentran casados y con apretadas agendas, el círculo de amistades más cercano a Terán en estos momentos está conformado en su mayoría por ex alumnos.
“Yo trato de reducir la diferenciación (entre estudiante y alumno). Siempre va a existir. Tú decides si es una puerta cerrada o abierta. Uno va reproduciendo como profesor lo que a uno le gustó o no como docente y a mí siempre me gustaron los docentes cercanos a uno”.
El aparente prejuicio del profesor arrogante y el estudiante ignorante no es aplicable al profesor Terán, el hombre en eterna búsqueda de conocimiento y que lo consigue muchas veces en quienes le imparte la educación.
Sabiendo ya delimitar los espacios donde se debe respetar la relación profesor-estudiante y los de mayor flexibilidad, Daniel ha conseguido un equilibrio para poder disfrutar de su vida social al mismo tiempo que la laboral.
A pesar de todo el chalequeo que pueda aplicar Terán dentro o fuera del salón, jamás se podrá desligar de su faceta de profesor, siempre tratando de impartir conocimiento sobre temas importantes o triviales y siempre dispuesto a aprender de cualquier ocasión y/o persona.
Cuando se le pregunta cómo reacciona ante lo desconocido, lo piensa un poco antes de responder. “Cuando no conozco algo tiendo a ser prudente. Más que todo aplico el método científico: observo, intuyo, hago mis hipótesis y voy experimentando, a ver qué tal”. Cuando conoce a alguien, pasa por una edificación o una dificultad trata de apelar a sus conocimientos anteriores. “También, como soy un hombre de fe, me encomiendo a que todo lo conocido sea ganancia, que genere aprendizaje, sea positivo”.
Otro detalle de interés de este peculiar historiador es su afición por las redes sociales. Su favorita, Facebook, le permite mantener una relación cercana con sus estudiantes al tiempo que les permite un medio de comunicación e información bastante práctico y preciso.”Al principio no entendía lo del muro… pensé que era un lugar de Caracas al que acudían los muchachos”, expresa con humor. “me parecen primordiales esas características de inmediatez y penetrabilidad, sobretodo en cuanto al factor informacional”.
Una faceta del profesor que le encanta compartir con sus amistades es su amor por la comida. Siempre busca momentos para salir a almorzar u organizar comidas especiales entre amigos. “No soy tomador, me gusta reunirme a comer y compartir con la gente que te agrada”. Tiene vasto conocimiento sobre los mejores restaurantes de la ciudad y no teme gastar dinero en ello. Ama el refresco con mucha azúcar y calorías y piensa que no hay nada mejor que una buena hamburguesa…como las de las 3G, cerca de Ciudad Universitaria, por la plaza de Las Tres Gracias.
La trascendencia de Terán
Ahora, a pesar de tener varias publicaciones editoriales, tales como la de su participación en el bicentenario de la Carta de Jamaica escrita por Simón Bolívar o las variadas invitaciones que ha tenido en canales televisivos como Globovisión o Venevisión donde ha opinado sobre temas históricos y políticos, Daniel Terán no parece estar demasiado interesado en obtener fama o reconocimiento social.
Como mucho, tener el reconocimiento de sus colegas, el cual siempre es deseado por los profesionales de cualquier área. “La lógica de los mass media de esta época se caracteriza porque el que es famoso no es por su virtud sino sus vicios y yo, sinceramente no creo ser una persona famosa o reconocida”.
Solo le interesa poder difundir el conocimiento a través de estos medios y que puedan llegar a aquellos que no sabían al respecto de tratada información y para poder compartir sapiencias con colegas y amistades, para contribuir al debate y la creación de conocimientos.
Sin embargo, si mostró cierto interés por la divulgación de la historia venezolana, ya que siente la necesidad de traducir o simplificar el conocimiento más especializado a un lenguaje más simple y fácil de entender por el ciudadano común o por los estudiantes de primeros semestres que carecen de las bases necesarias para sacar adelante un debate verdadera e intelectualmente enriquecedor para todos.
Humor negro, gran intelecto, religioso pero con pocos prejuicios, Daniel Terán es un personaje muy peculiar porque no es ni el profesor, historiador o amigo común. No busca trascendencia y, sin embargo, ha logrado brillar en pocos años de experiencia como profesor universitario por encima de sus colegas. Es imposible no triangular estos tres aspectos de su vida (amistades, su carrera, su profesión) ya que son parte esencial de su personalidad. Es un hombre decidido porque no se imagina haciendo algo más de lo que hace en la actualidad. Un hombre con suerte, porque no todos logran llegar a ese punto satisfactorio de la vida.
Un hombre que aun no se cansa, y no tiene los mínimos indicios de hacerlo en algún momento cercano, de estudiar. Daniel Terán es un claro ejemplo de cómo se puede vivir al son de la historia con plenitud, como ser un educador satisfecho con su trabajo y orgulloso de que sus conocimientos logren llegar a sus estudiantes y ganarse su amistad y aprecio.
El eterno optimista que no se rinde ante las adversidades que puedan surgir a pesar de la novedad que representen, Daniel Terán es un historiador y profesor que no ha de perderse de vista.
“No me veo en un mundo donde la historia sea nada más un divertimiento, no me veo siendo algo más que historiador o docente”.
¡¡¡Gracias por leerme!!!
Dantesol
sábado, 26 de noviembre de 2016
Mi guerra contra los otakus
Breve relato basando en mis impresiones con los seguidores de la cultura de animación japonesa, fanáticos del cómic y ciertas películas o series de culto, los cuales me han perseguido a lo largo de mi carrera docente.
Corría
el año de 2006 ó 2007 y era yo profesor de Historia Universal en un colegio
privado del este de Caracas, cuando un día, casi a mitad de una clase una alumna
me dice:
-“Profe,
profe, ¿Usted no va para la avalancha?”
Le
dije entonces: -“No, tampoco al derrumbe ni a la inundación”
Se
rieron algunos y de inmediato me respondieron: -“No, profe enserio, a la
avalancha de animé, ¿no va a ir, es
genial?”
Creí
haber escucho la palabra “anime” (como el material poliestireno) y no “animé” y
les dije: -“Bueno, si es una avalancha de anime no debe ser tan peligrosa”
(pensaba yo que me hablaban entonces de algo como un parque de diversiones)
Y
me volvieron a responder: -“Profe del animé, del animé japonés, ¿no sabe qué es
eso?”
Fue
ese uno de los momentos más cruciales de mi vida, y si hubiese sabido lo que
venía, corto la conversación allí…
-“Pues
no, no sé” Dije yo. Y me condené.
Lo
que quedaba de clases se perdió por una gran conferencia-debate-discusión sobre
qué era el animé.
Me
explicaron entonces sobre este tipo de animación proveniente de Japón, a lo que
simplemente respondí: -“¡Ah, pero si esas son comiquitas japonesas!. Sí, yo
conozco de esas”
Les
hablé de Astro boy, Mazinger Z, Meteoro, Marco, Ultraman
y Candy Candy, entre otros. Mientras todos me miraban con una cara de
asombro y de extrañeza.
Fue
entonces cuando un alumno intervino y dijo: -“¡No profe, usted está súper
desactualizado!”
Y
una alumna agregó: -“Y el animé no es sólo dibujos, es toooda una cultura” (sí,
lo dijo haciendo el énfasis en la letra “o”)
Y
allí, en menos de 15-20 minutos me hablaron todos los alumnos que pudieron de Pokemón,
Dragón Ball, Digimon, Naruto, Los caballeros del
zodíaco, Sailor Moon, The Death Note, Yu-gi-oh, Sakura
Card captors y algo más.
Estaban
efervescentes mientras contaban esto, aquello y lo otro…
Sencillamente
quede abrumado por tanta información, y un mundo nuevo se abría para mí.
Creo
que era el mes de junio o julio, y se realizó la dichosa Avalancha. Así que un fin de semana me acordé del asunto y como no
tenía absolutamente nada que hacer me traslade para allá. Recuerdo que era por el
Centro Comercial Concresa la cosa.
Al
llegar ya me había ido fijando de cosas bien raras: había unas gentes
disfrazadas como personajes de comiquitas, pero lo último que yo pensaba era
que iban al mismo sitio. Pero a medida que voy llegando, veo más y más gente
disfrazada. –“¿habrá una fiesta de disfraces por aquí?”, me decía. No. Eran los
horribles Cosplayer que hacían su aparición en mi vida.
Cuál
sería mi horror que había gente de mi edad, ¡disfrazados como gente de
comiquitas japonesas! ¿Es que estaban locos o tenían problemas personales? Más
me impactó, que cuando pago mi entrada, hay un fulano disfrazado de una cosa
rara, y le preguntan su personaje, él lo dice, y lo dejan pasar de ¡gratis!,
preguntó yo al encargado: -“¿Y eso”?. Me dijo tranquilamente: los cosplayer
pueden entran gratuitamente. –“¿Los qué?, ¿quiénes?”, -“Los cosplayer señor,
Ud. Sabe, las personas que vienen representando a su personaje”. Me le quedé
mirando un rato y pasé a la Avalancha
entre sorprendido y confundido.
Eso
era un mundo de locos. Gente disfrazada, ¡que además dejaban que le tomaran
fotos, orgullosísimos! Había decenas, quizás cientos de estantes de cosas de
muñequitos, películas, afiches, calcomanías y cuestiones del animé japonés,
pero también CD, libros, novelas gráficas, comics occidentales de Marvel o DC,
y cuestiones sagradas de la cultura popular como de Star Wars. (“May the Force
be with you!”)
Recorrí
el sitio entre asombrado y extrañado por lo que veía, como un turista en un desconocido
planeta, y me detuve en un stand que era de películas japonesas. Como siempre
me ha gustado la cultura de ése gran país, empiezo a revisar los DVD, y veo las
de animaciones que me parecían serias. Estaban las de ese gran director como
Hayao Miyazaki y entonces encontré una que quería ver desde hacía tiempo,
especialmente desde que supe que se había ganado un premio Oscar. Tenía tiempo
buscándola y finalmente la conseguí ahí. Era el “Viaje de Chijiro”. –“¡Ajá, al
fin!” exclamé al momento de tenerla en mis manos, y revisar con satisfacción la
caratula, pero sentía de pronto el peso de un conjunto de miradas que fijamente
se posaban sobre mí.
Volteé
lentamente a ver quién me miraba tanto y al alzar el rostro veo a unos cinco o
siete alumnos del colegio donde daba clases y me dijeron al unísono:
“¡¡¡PROOOOFEEEEE!!!”
Se
abalanzaron sobre mí, contentísimos por verme allí y dijeron estas horribles
palabras: -“Nosotros sabíamos que usted
era otaku, lo supimos desde el principio”
-“¿Otaqué?”,
le dije
-“Otaku
profe, Ud. Sabe, los fanáticos de este mundo maravilloso de la cultura
japonesa”
Y
le dije yo: -“No, no, nada que ver, yo no soy nada de eso, yo vine aquí sólo
para conocer”.
-“Ajá,
y su película de Miyazaki es casualidad” me dijo un chico allí presente.
-“Pero
bueno, ¿y acaso no puede uno comprar esto?, es un clásico, una obra maestra”,
les dije
A
lo que ellos remataron:
-“Sólo
un experto conocedor sabe que eso puede ser un clásico o una masterpiece”
Me
quede mudo.
Y
comenzó una vaciladera que hasta el sol de hoy no ha terminado…
-¿Y
ya vio el “Castillo volador”? Me dice otra chica,
-“¿El
qué?” le dije.
-“Es
la última de Miyazaki, muy buena…” y se pone a explicarme y yo de pendejo me
pongo a hablar con ella de animación japonesa, dibujantes y cuestiones de la
religión y las tradiciones de por allá. (Perdón por la palabrota)
-“¿Ven
como el profe sabe?, es otaku, es otaku” dice otra chica que nos oía a todos
los demás presentes, que se emocionaron como si hubiese encontrado una especie
de profeta o mesías.
Hubo
una extraña algarabía entre ellos. Mientras yo decía en mi mente: -“Dios, ¿en
qué mundo raro me he metido?”.
-“Si
profe, tiene que venir a la otra convención” dijo un joven, pero otra remató:
-“Sí, pero venga con el cosplayer de Hagrid, porque Ud. Es igualito”
-“¿Quién
carrizo?” dije yo.
Y
había llegado también, ahí mismo, el otro Karma: el de los Harrypotteros, o
como prefieren llamarse ellos: “Potterheads”.
-Sí,
profe, Hagrid, el de Harry Potter, que es como Ud. Con la barriga, la barba y
el paraguas.
(En
esos días tenía la barba completa y para colmo de males, tenía en ese momento
mi sempiterno paraguas que me acompaña en todos lados)
Mi
cara debía ser un poema, pues sólo sabía de Harry Potter lo estrictamente
elemental: que era una obra sobre un niño que hacía magia, que lo había hecho
la escritora inglesa J. K. Rowling, que se habían vendido muy bien los libros
entre los más jóvenes y que había unas películas que apenas había visto con
desinterés. Pero hasta allí. Y esos muchachos no podían creer que no supiera lo
debido de Harry Potter.
Como
pudieron me explicaron la saga. Hasta ese momento iban por el libro del “el
misterio del príncipe” y “las reliquias de la muerte” y faltaba que hicieran más
películas.
Me
comprometí con ellos a buscar información de esa cosa y ver todas las
películas.
Nos
despedimos. Seguí un rato en la Convención y me fui a mi casa. Por cierto que
estando en casa averigüé por internet que el término “otaku” significaba en
japonés: “enfermo”.
Creía
yo que ahí terminaba todo. Qué equivocado estaba…
El
lunes siguiente al regresar al colegio, me dirigí a la cantina del colegio a tomar
mi tradicional desayuno, sin embargo ése día el ambiente estaba raro. Como
cargado. Al caminar sentía como que me miraban. Y murmuraban a mi paso. Pensé
que eran cosas mías. Pero uno se da cuenta al final de la cosas.
Al
sentarme a desayunar pude notar las miradas que seguían, me volteaba y oía
risitas. Sí, definitivamente era conmigo el asunto.
Se
había regado por todo el colegio la noticia que había ido a la convención de
animé, y por supuesto que “yo era otaku”. Por lo que pude entender, ningún
profesor iba a ese tipo de eventos o no conocía nada de la cultura japonesa.
Haber ido me convertía en una pequeña celebridad, pero más bien me trajo un
calvario.
En
el recreo, alumnos de otros grados, a los que ni conocía ni les había dado
clase me preguntaban cosas tan raras como: ¿Cuál es su pokemón favorito? ¿Ud.
Vio el episodio tal de Evangelión? ¿Le gusta el manga?, etc., etc., etc.
Una
cruz muy pesada me tocó cargar.
Y
bueno, vino la otra convención. Creo que fue en noviembre. Un grupo de alumnos
me pidió explícitamente que los acompañara, pues querían que yo fuera con
ellos. Y bueno, fui. Al montarme en el metro me tocó ver gente rara. Recuerdo
especialmente una muchacha con un vestido de la época victoriana, de fines del
siglo XIX, y me decía: -“Que no vaya para la convención, por amor a Dios, que
no vaya para allá”, pero nada, ¡sí iba para allá! A medida que nos acercábamos
al sitio, que creo fue en el Museo de Bellas Artes, podía ver multitudes de
cosplayers. No es que fueran miles, pero era muy surrealista ir llegando al
sitio y ver gente con pelucas verdes o amarillas, espadas de madera, kimonos y
trajes que no eran para nada normales.
Estando
allí me entero cada vez más de las cosas locas del animé y de los otakus. Una
chica de las del grupo, me pide que la acompañe para un karaoke en japonés. Y
bueno, voy con ella. Me da su cámara y me pide que la filme cuando le toque a
ella. Le toca su turno y empieza a cantar: me quede boquiabierto. Esa niña que
casi ni hablaba en clases, estaba cantando ¡y en perfecto japonés! La letra de
alguna serie o película japonesa como si fuera algo normal, natural y fácil.
En
verdad no me creía esas cosas. ¡Cuánto fanatismo! Ese karaoke estaba a reventar
de gente, y todos parecían nacidos en Yokohama, Osaka, Nagoya, Hiroshima o
Tokyo porque cantaban como si esa fuera su lengua materna de toda la vida.
Bueno,
terminó otra jornada loca. Y mi calvario no cesaba. En el colegio debido a que
usaba mi paraguas, me insistían los alumnos que fuera de cosplayer como Hagrid
para próximas convenciones. Y si bien, al final nunca lo hice, si aproveché
para documentarme bien de esa cuestión de Harry Potter, calándome las
películas, porque los libros sí que no los iba a leer. Por cierto, que en una
de esas películas me encontré con Henirque Capriles Radonsky y Erika de La Vega,
pues yo iba a la función de media noche (ni modo que iba a ir a una función más
temprano para que ningún alumno me reconociera. Ya tenía bastante con la
vaciladera de las convenciones de animé) y estando en el Cinex de Concresa los
vi a ellos dos, que en aquella época eran novios. En ése entonces él era
Alcalde de Baruta.
Crecida
mi fama de ser “otaku” en el colegio, ésta sólo me trajo eventos insólitos:
llegó a suceder que una representante me citó para hablar conmigo. Creía yo que
quería hablar sobre las notas de su hija o tal vez, quería quejarse de algo. No
sé. Pero cuál sería mi sorpresa cuando me dijo esto: “Profesor Terán: mi hija me
dijo que hay un evento llamado la convención, que eso es en tal parte, y a mí
no me gustaría que fuera para allá. Pero ella me dijo que usted es fanático de
esas cosas, por lo tanto, si Ud. Va con ella, yo le doy permiso de ir, si no,
no.” Mi cara era de asombro, ¡No podía creer la maldición que me había caído!
Al principio le expliqué a la señora que las cosas no eran exactamente como
ella decía y le dije que no sabría si fuera a tal evento. Ella de todas formas
me dijo, que si me decidía, me daba la cola y nos llevaba. Pero que le avisara
con tiempo.
Busqué
a la alumna en el recreo y le pregunté si se había vuelto loca, qué cómo iba a
decir que yo era fanático del animé y esas cosas. Lo cierto es que esa niña
imploró, suplicó y me rogó para que fuera a la Convención con ella…. Y sus
amigos. Pues, enterados otros alumnos que acepté ir, los padres de ellos
también me pegaron encima el cartel de “Niñero otaku”
Pasaron
los años, y bueno, no fui a todas las convenciones que había. Yo tenía cosas
también que hacer y vivir una vida, más allá del animé.
Pero
los otakus en su lucha no daban tregua contra mí. Una joven que fue alumna mía,
y de la cual yo me burlaba diciéndole “emo japonesa” (pues era idéntica a las
chicas de muchos animé y por supuesto, era también otaku) desarrolló conmigo
una muy buena relación de amistad, la cual se mantuvo años después de haber
terminado de trabajar como profesor e irme a otros lugares. Ya siendo ex alumna
y mayor de edad, se terminó enamorando profundamente de mí. Y sabiendo que la
lengua es el castigo del cuerpo, yo de gafo la acepté. ¡Y tuve una novia otaku!
Que hasta me pasaba canciones japonesas de amor. Fue ella una de las primeras
en llamarme “Kuma-Sensei”, porque según ella yo parecía un “oso” y como era
maestro ese debería ser mi nombre en japonés. Esto se cuenta y no se cree…
Cerrada
la etapa de profesor de bachillerato, salté a la docencia universitaria justo
cuando inicié mis estudios de Doctorado, y tenía yo la confianza plena que no
me encontraría más esos especímenes del mundo otaku.
Pero
me equivoqué nuevamente…
Dando
clases de Ciencias Sociales en el ciclo básico de la Universidad Simón Bolívar
pude comprobar con horror que esa universidad tan seria y tan científica estaba
llena y ¡repleta! de otakus, que en este caso era unos “otakus reloaded”,
porque no sólo sabían de la teoría, sino que muchos iban más lejos: aprendían
japonés (en la USB es una de las opciones de idiomas que pueden estudiar los
alumnos) y los que eran ingenieros de sistema o informáticos se metían por
internet y descargaban programas y aplicaciones de cosas que me parecían que
estaban híper actualizadas de ese mundo. Unos hacían modelos en 3D de sus
personajes favoritos, otros incluso diseñaban sus propias “fan stories” de
series o películas. Así pues, me enteré de un montón de cosas: series,
películas, directores, estudios de animación que desconocía. ¡Hasta se hacían
chistes entre ellos! (Uno de los que mejor recuerdo era este: “El otro día me
encontré una otaku toda deprimida. ¿Y saben qué hice? ¡La animé!”) Y todo me lo
decían alumnos que tenían la típica imagen de “frikis”, esos mismos que dentro
de unos años serán los Bill Gates del futuro.
Creyendo
que eso era así porque la Simón siempre ha sido una universidad especial, (como
para gente tipo los protagonistas de la serie “The Big bang theory”) continué
confiado mi experiencia docente esperando no volver a conseguirme locuras
otakus, y fue justamente en la Universidad Católica Andrés Bello donde más
reventó con todo furor la “demencia otaku”: mi ex novia veía clases allí (sí,
la que fue otaku) y para colmo de males en el primer curso que di como profesor
allá, en la materia Historia de la Cultura III me empecé a meter con los otakus
absolutamente confiado que no había nadie allí así. Otra vez me equivoqué. A la
clase siguiente recuerdo que unos alumnos llegaron con camisas de la leyenda de
Zelda, Evangelion, unos lentes como los de Harry Potter y cadenas con el
símbolo de las “reliquias de la muerte”. ¡Eso era como una marcha del orgullo
otaku! Y por supuesto, eso era para mí, como una especie de purgatorio.
Lo
más horripilante es que esos otakus eran –y son- gente estupenda. Sacaban las
mejores notas en los exámenes, intervenían bien en clases y en general era muy
buenas personas: full educados y con gran humor. (Hasta en una ocasión me
regalaron hamburguesas, refrescos y chocolates) Pero claro no perdían el tiempo
para vacilarme y echarme broma. Y tal como pasó en aquel colegio que daba
clase, como que mi fama anti-otaku se difundió… sólo que para joderme más. (Perdón
otra vez por la palabrota) Un día caminando, una alumna que ni me conocía ni le
había dado clases, me dijo: -“¿Usted es el profesor Terán?”, -“Sí, soy yo” le
dije. –“¡Ah! Ud. Es el que odia a los otakus, pero fíjese Ud. Tiene toda la
pinta de ser un Kuma-sensei” ¡¡¡Me horrorice!!! Sólo así me decía mi ex novia
otaku y no creo que ella haya regado eso por allá, sin embargo, la joven me
explicó por qué me parecía a un “kuma”, creo que hasta me habló de un pokemón y
así como me abordó se fue. Hasta el sol de hoy no la he vuelto a ver. Empiezo a
creer que fue una aparición malvada. Y aún no sé quién rayos le habrá dicho que
“yo soy el profesor que odia a los otakus” pero algún día lo descubriré. Han
pasado los semestres, y los otakus en la UCAB no dejan de crecer y
multiplicarse, y por supuesto, se meten conmigo y me dicen que “estoy
enclosetado” que debo “salirme y liberarme”, y otras cosas para mortificarme,
pero aun así sigo firme y resistiendo su ofensiva y su bullyng contra mí.
No
podía terminar este relato sin referirme a mi querida Alma Mater, la
Universidad Central de Venezuela, donde también doy clases y que cuando estudié
no recuerdo ni un solo caso de algo que se acercara ni remotamente a la cultura
otaku, razón por la cual tenía esperanzas de que la UCV fuera un “territorio
libre”, pero como pasó en la USB y la UCAB, me volví a equivocar…
Aquí
los “otakus” que más abundaban eran de la sub-especie harrypottera, y con el
mayor horror y espanto me pude percatar que los fanáticos de éste niño brujo,
también resultaron ser no sólo de los mejores alumnos que he tenido, sino
excelentes personas con quienes he compartido muy buenos momentos, tanto dentro
como fuera de las aulas de clases. Como la mayoría de éstos sí quiere ser historiadores,
se informaban bien y se documentan de datos sobre el “cómo se hizo” o “en que
se inspiró” la autora para hacer tal o cual personaje, o recrear tal suceso.
Por ejemplo, yo me sorprendí de saber que la “Batalla de Hogwarts” fue un 2 de
mayo, porque la autora se inspiró en la famosa Batalla de Berlín de la II
Guerra Mundial. Y así, gente seria de gran aprecio que me ha tocado conocer,
tiene siempre debilidad por alguna cosa otaku: si no es del típico animé
japonés, es harrypottero, o si no un friki gamer.
Definitivamente
los otakus estaban por doquier, hasta en los sitios donde trabajaba. No importa
donde fuera, siempre habría uno. Parece que habían llegado para quedarse.
Pues
sí, ha sido un largo trayecto, de casi una década de lucha con los otakus
abusadores, quienes más de una vez me han atormentado la paciencia,
considerándome unos de los suyos, únicamente porque me gusta un poquito la saga
de Star Wars, y que como historiador debo conocer muchas cosas por Cultura
general, y sé algo de Japón y su cultura, más nada.
Han
sido casi 10 años resistiendo convenciones, confusiones, vaciladeras y bullyng,
y especialmente sufriendo el famoso refrán: “la lengua es el castigo del
cuerpo”, pues tampoco son tan malos ni fastidiosos como me los imaginaba en un
principio, sin embargo, no cederé ni caeré en sus trampas y demás encantos. Aquí
estamos y aquí seguimos. Seguiremos siendo gente seria, normal y estaremos aguantando
al inminente apocalipsis otaku que parece haberse iniciado con la fiebre
mundial del Pokemón Go!.
Otakus
del mundo: ¡no me venceréis! ¡La lucha sigue!
¡¡¡Gracias por leerme!!!
Dantesol
Murio Fidel Castro
Ayer se confirmó la muerte de Fidel Castro, el último gran revolucionario de izquierda del siglo XX en Latinoamérica, y también el último dictador de izquierda de esa misma centuria. Personaje fundamental en las luchas políticas de la región, fue igualmente un personaje polémico, que despertó grandes devociones y profundos rechazos.
¿Por qué es paradoja?
Pues porque Fidel Castro, por su larga y dilatada vida pública pareció encarnar casi todos los extremos y espectros de la vida política de Latinoamérica: fue agitador callejero, líder de masas, conductor de tropas, caudillo, revolucionario, dictador y finalmente estadista. Como todo personaje central, Fidel Castro fue todos y cada uno de estos roles, incluso simultáneamente. Su vida "dio para todo".
Y eso precisamente ha alimentado la percepción de muchísima gente a la hora de valorar al personaje, pues algunos prefieren quedarse únicamente con el revolucionario y descartar al dictador, o viceversa, olvidándose que todo personaje histórico tiene distintas etapas, facetas y en consecuencia ejerce diversos roles.
En virtud de ese manejo acomodaticio de la vida de Castro encontramos, especialmente gracias a la difusión mediática, la complicidad de ciertos sectores intelectuales y especialmente a la propaganda de fuerzas políticas -principalmente comunistas o de izquierda radical- la exaltación desmedida de Fidel como el revolucionario y el estadista que construyó una nueva Cuba. Mientras se olvida su rol como dictador, de ser un agente propagador del comunismo internacional y especialmente de colocar a su país a la órbita de la Unión Soviética, así pues el supuesto "libertador" del pueblo cubano, en efecto liberó a su país del capitalismo y la influencia de los Estados Unidos, para colocarlos luego bajo el dominio del socialismo real y la égida soviética, otra súper potencia que no dudó de usar su poder militar e imperialista en Europa Oriental (en Hungría, 1956 y Checoslovaquia, 1968) o en Asia (en Afganistán, 1979)
Lo mismo puede decirse en sentido inverso. Los que nada más recuerdan su papel como dictador personalista, difusor del comunismo en América Latina y ser un peón de la Unión Soviética, prefieren no destacar su rol como revolucionario que venció a una cruel dictadura apoyada por los Estados Unidos, lo que le confirió un status de héroe en la región al vencer clamorosamente dos símbolos de atraso y el oprobio en la evolución histórica latinoamericana: los dictadores militares tradicionales y la injerencia estadounidense en la vida interna de las naciones. Años de postergación de aperturas democráticas para las grandes mayorías y asimismo, del ejercicio de una verdadera soberanía política y económica ante la presencia del poderoso vecino del norte, hicieron que este hombre barbudo también se convirtiera en un símbolo, en un icono de rebeldía, de canto al cambio posible y necesario que reclaman los pueblos. Y que al llegar éste se atendieron muchos problemas y necesidades en especial en la salud, la educación, la cultura y el deporte.
Ante estas visiones antagónicas del que fue un mismo hombre, conviene precisamente hacer la interpretación equilibrada en el ejercicio de historiar al personaje, pues como todo ser humano, en Castro vivieron las virtudes y los vicios, y en determinados momentos podemos decir que unas prevalecieron sobre las otras, terminando por darle una figura un rumbo determinante.
Nuestro parecer es que el personaje fue evolucionando, o más bien mutando, dentro de la misma evolución socio-histórica en el cual estuvo inmerso: Latinoamérica y también el mundo de la Guerra Fría. Así, el joven abogado idealista, agitador de masas en La Habana se fue convirtiendo en el comandante guerrillero, que finalmente triunfaría sobre la dictadura de Batista y terminara desafiando a los Estados Unidos. Se había convertido de un Don Quijote de la Sierra Maestra a un David caribeño frente al Goliat norteamericano. Ser barbudo y guerrillero era un honor en toda la región latinoamericana.
Pero esa mismo icono romántico se convirtió luego en un pesado representante de un muy viejo personaje histórico latinoamericano: el revolucionario que se vuelve dictador. Y apelando a ropajes más nuevos y con apoyo de la ideología, (en este caso la socialista) pretendió que no se le agrupara en el mismo sitial, pues "dictadores son sólo de derecha", dirían no pocos y él no había llegado dando ningún golpe de estado, derrocando a un gobierno elegido o haciendo fraude electoral. Pero aunque eso no había sido exactamente su caso, el David caribeño se trasformó en otro Yo el supremo pero rojo.
Al final no serían muy diferentes entre ellos... |
Sucedía que también existían dictadores de izquierda. Stalin lo había sido y Mao Tse-tung también. Podría pasar perfectamente en América Latina y así fue. Como en la era staliniana, en Cuba hubo censura y persecución a escritores y artistas, hubo deportaciones al exilio interior, que en vez de ser Siberia, era para cortar caña en las Unidades Militares de Ayuda a la Producción (UMAP), se expulsaron de sus empleos a numerosas personas que fueran disidentes, se creó la policía política -el famoso G2- y hubo centros de detenciones cual gulag soviético (Villa Marista, en La Habana) y especialmente se exaltó un desmedido culto a la personalidad de Fidel Castro, que apareció en numerosas vallas, anuncios, libros, revistas, programas de TV y hasta billetes...
Tal cual como pasaría con el muro de Berlín, el mar sería la barrera natural para evitar que los cubanos pudieran escapar a semejante destino. Y la presencia amenazadora de los estadounidenses al otro lado, sería la excusa perfecta para sostener a su gobierno: El muro era una barrera antifascista para evitar que los occidentales atacaran la Alemania socialista, y como los EEUU impusieron un embargo económico a Cuba, esa presencia amenazante de un bloqueo fue la excusa para mantener a los cubanos unidos bajo su líder pues: "En plaza sitiada, la disidencia es traición".
Pero la guerra fría terminó, la URSS se extinguió y en vez de abrir la isla cubana a la modernidad y la libertad política, Castro se aferró al poder con el argumento de salvar al socialismo y enfrentar la nueva hegemonía de los Estados Unidos. Entonces Fidel Castro superó los 30 años en el poder, nunca nadie había gobernado tanto tiempo en Cuba, y lo peor: casi llegaría a tener 50 años mandando, superando en extensión la duración de gobernantes históricos hispánicos como Carlos V y Felipe II.
El nuevo Yo el supremo rojo se había convertido en un Franco del Caribe, a decir del filosofo español en una acertada columna que hoy citamos:
“(…) Fue comprensible allá por los años sesenta que la mentalidad de izquierdas simpatizase con los inicios de la revolución cubana, hasta que resultó inequívoca su deriva hacia el totalitarismo soviético. Incluso bastante después, resultó humanamente justificable que quienes vivían en países latinoamericanos cuyas posibilidades democráticas estaban permanentemente cortocircuitadas por dictaduras militares alentadas desde Estados Unidos, siguieran disfrutando desde lejos el castrismo como una especie de revancha contra sus opresores. ¡Pero todavía hoy, en el siglo XXI, cuando ya nadie salvo los obnubilados o los cómplices ignoran no sólo que la dictadura castrista encarcela y asesina, sino que el bloqueo estadounidense es la coartada justificatoria y no la causa del fracaso económico del monocultivo impuesto por decreto...! ¡Cuando ahora resulta insultante para los pueblos americanos que se intente justificar desde Europa la pérdida de libertades en Cuba en nombre de sus logros en educación o sanidad, como si estos no existieran en otras latitudes acompañados de todas las libertades políticas! (…)” (Publicado en la Revista “Viva”, Diario El Clarín, Buenos Aires-Argentina 13/7/2003)
Pasó a tener el poder su hermano Raúl, y Fidel quedó como un venerable anciano que sólo daba entrevistas, se atrevía a dar consejos y seguía escribiendo columnas desafiantes en su periódico oficial Granma.
Y pese a todo lo que propaganda dijera, su hermano se encargó de alguna manera de ir desplazando su legado, pues en 5 años logró reformas más profundas en cuanto a reivindicaciones sociales ampliamente esperadas por los cubanos para liberalizar su economía y poner fin a una serie de trabas legales que creaban numerosos problemas sociales, especialmente desde el llamado "Período especial". No se avanzó mucho en la libertad política, pero finalmente se lograría un verdadero milagro diplomático: la normalización de relaciones con los Estados Unidos, el gran enemigo histórico y contrincante principal de Castro.
Allí vino lo que podríamos llamar su muerte simbólica y despedida histórica, pues a pesar que la propaganda izquierdista latinoamericana y mundial exhibió esto como un gran triunfo, era más bien la constatación que Cuba no podía seguir aislada del mundo, contando siempre con un benefactor generoso (antes la URSS, luego la Venezuela chavista) sino que debía incorporarse de lleno al mundo globalizado, donde los EEUU aún tiene mucho que decir. Ahí se vio una derrota del dogmatismo frente al pragmatismo, y pese a que Fidel apoyara públicamente el acercamiento, él era el representante de un pasado que se caracterizó por el enfrentamiento con los Estados Unidos, el futuro ya lo representaba otra persona, y muy posiblemente también lo decidirían los cubanos, que próximamente para todo lo demás usarían Visa y Master Card.
Y justamente en el año del acercamiento Cuba-Estados Unidos, Fidel muere.
Su muerte definitivamente indicaba que se cerraba un tiempo histórico y se abría otro para América Latina.
¡¡¡Gracias por leerme!!!
Dantesol
viernes, 18 de noviembre de 2016
Los analistas que se creen infalibles
El problema que noto con ciertos politólogos, sociólogos y economistas es que en sus análisis siempre hablan como si todo estuviera ya dicho.
Me parecen que son profundamente mecanicistas, tal cual como aquellos psicólogos conductistas que reducían todos los procesos humanos al binomio estímulo-respuesta. Parece pues que para ellos ya la Historia "está escrita" y actúan con la arrogancia y la autosuficiencia de los que creen que lo saben todo porque "todo" está calculado, medido y testeado, y por ende esto y lo otro "siempre ha sido así". Bien, pero ¿Dónde queda pues el espíritu humano?
Bajo sus razonamientos la Historia no cambia, no evoluciona, y los hombres entonces deberíamos haber seguido viviendo en las cavernas o estar gobernados por Césares o Faraones. Parece que frente a su determinismo no cabe algún posibilismo, y justamente sucede lo de Trump en los Estados Unidos. En el país de las encuestas de opinión, las mediciones profundas, los "tanques de pensamiento", los análisis de escenarios y las salas situacionales, terminó pasando lo inesperado, lo no-racional se impuso y lo que parecía imposible sucedió.
No faltará quien diga que "eso ya estaba previsto" y otros argumentos similares, pero humildemente prefiero pensar que la condición humana es amplia y compleja, y no se reduce a una cuestión únicamente material-mecánica de acciones y respuestas, cual si fuera la realidad un laboratorio. Nuestras ideas, sentimientos y creencias, -mitos incluidos- puede tener más peso del que suponemos para hacer y decidir la Historia.
¡Gracias por leerme!
Dantesol
sábado, 12 de noviembre de 2016
Una vez más participando en el programa "La Hora clave" de Globovisión
Así recreó este diario el suceso para su edición aniversaria en 1983 |
Bueno, he aquí el vídeo. Espero que resulte de utilidad e interés:
¡Gracias por leerme!
Dantesol
viernes, 11 de noviembre de 2016
¡Trump Presidente!
Medición que hizo el portal noticioso BBC Mundo |
Vénse las cifras de los votos populares... |
¡¡¡Gracias por leerme!!!
Dantesol