El pasado mes de junio, colaboré con algunos de mis alumnos de Comunicación Social de la Universidad Católica Andrés Bellos en una materia sobre producción editorial. Ellos tenían que diseñar, estructurar e imprimir una publicación, ya fuera libro, revista o periódico. Los alumnos que me buscaron se decidieron por un libro y me pidiera que redactara un ensayo con toda seriedad para esta publicación, que versaba sobre la actualidad de Latinoamérica. Era una obre colectiva, y en mi condición de historiador decidí hablar sobre la Historia de nuestra región y cómo son algunas de las características más llamativas de nuestro ser social, según nuestra evolución histórica y que siguen presentes en nuestra región. He aquí el resultado.
El "Libro" donde colaboré |
La versión primigenia de este texto la subí y compartí en la página Scribd, que aquí adjunto
Claves Para Entender a América Latina by Daniel Terán-Solano on Scribd
Pero la versión corregida, ilustrada y con alguna otra adición menor, es la que aquí presento, y espero sea de agrado y utilidad de todo aquél que la lea:
CLAVES PARA ENTENDER A AMÉRICA
LATINA
Por Daniel Terán-Solano
La Historia puede ser entendida como una forma de conocer y comprender
al ser humano, y también es un elemento que puede servirnos para reconocer y
determinar nuestra identidad colectiva, así pues, la herencia del pasado en
nuestro presente es la que nos ayudará a saber quiénes somos porque nos indica
de dónde venimos. Por lo tanto, nada mejor que la Historia misma para intentar
comprender esta vasta región que es América Latina (también llamada
Hispanoamérica) Un subcontinente que se ubica geográficamente en las llamadas
“Regiones equinocciales”, -los trópicos ecuatoriales, descritos por el viajero
alemán Alejandro de Humoldt- y que en la actualidad podemos colocar entre las
coordenadas al sur del Río Bravo y hasta la Patagonia y la Tierra del Fuego, o
sea Desde México hasta la Argentina, pasando por el mosaico de Islas del
Caribe, la cordillera de los Andes y el Amazonas.
Tan enorme región, de climas
diversos y de exuberante flora y fauna tan distinta, “naturalmente” tiene pocas
cosas en común, y sin embargo, es el elemento humano el que marca aquí la pauta
y a la vez la diferencia. Y es que no es la biología, la zoología ni la
botánica, las que pueden englobar este pequeño universo de contrastes, sino que
es y seguirá siendo siempre el factor humano el que marque la pauta integradora.
Allí hace su entrada la Historia,
y ella nos invita a través de la retrospectiva a conocer mejor nuestra
identidad.
Así pues, viendo nuestra
convulsa, dilatada y muy activa evolución, ella nos indica elementos comunes
que se han vuelto clave para definir nuestras características tanto políticas
como económicas, sociales y también culturales. Entonces pues ¿Qué nos define
como una región común? ¿Qué define a Latinoamérica? ¿Eso es posible?
Pues bueno, preguntas como esas
son perfectamente válidas, e igual de difíciles de responder para regiones como
Europa, El Medio Oriente o el Sudeste Asiático, y sin embargo, es justamente la
Historia la única área del conocimiento humano, más allá de la biología, la que
puede ayudar a responderlas.
Veamos pues un vistazo a nuestra
Historia, la cual nos permitirá identificar esos rasgos que nos engloban, nos
unifica y especialmente nos identifican:
"Las Tres Razas" del pintor venezolano Pedro Centeno Vallenilla (1946) |
El mestizaje: Quizás este
sea el rasgo más distintivo de lo que es ser latinoamericano. Desde sus inicios
esta ha sido una región de mezclas. Los primeros habitantes de este continente
llegaron de Asía o de Oceanía (pueblos mongoloides y polinesios) y durante
cientos de años se produjeron mezcolanzas que dieron origen a los llamados
pueblos originarios (“los primeros americanos”). Luego, en los siglos XV y XVI
se produciría la gran invasión europea de los descubrimientos geográficos que
van a hacer que la cultura y la raza –principalmente blanca o caucásica- de
pueblos como Portugal y España, principalmente, y Francia, Holanda e
Inglaterra, en segundo lugar, se mezclen paulatinamente con los indígenas
americanos. Posteriormente entre los siglos XVI y XVII la llegada de los negros
africanos, traídos por la esclavitud, va a incorporar un nuevo elemento racial y
cultural que completará y enriquecerá el mestizaje de la región. Quizás la zona
más grande donde se incorporaran razas y culturas en toda la Historia Universal
sea Latinoamérica, haciéndose un “experimento único”. No solo desde el punto de
vista racial, el mestizaje será vivo y visto en Latinoamérica, también en el
lenguaje, los bailes, las modas y la gastronomía serán enriquecidos por ese
encuentro de dos o tres mundos, que hacen pues a ésta, una de las regiones más
interesantes y vívidas de todo el mundo: La salsa en la música, el realismo
mágico literario, el muralismo pictórico, las variadas devociones marianas que
tienen en Guadalupe su prototipo (“La virgen morena”), las mujeres exóticas que
tienen cabello lacio como indígenas, pieles blancas como europeas y caderas
como africanas, son apenas algunos de los prodigios que ha otorgado esta región
donde definitivamente “más es mejor” y la variedad enriqueció nuestra alma.
El mesianismo: Una
derivación del mestizaje es justamente éste elemento, en el cual parecen
mezclarse elementos propios del mundo antiguo indígena y africano con el
europeo en aspectos que rozan tanto lo político-ideológico como también el
religioso de una forma aparentemente increíble. Pero históricamente el peso de
religión y la espiritualidad es un factor sumamente importante en nuestro ser
social, y eso para bien o para mal, se proyectaría también en la forma de ver,
hacer y ejercer la política en esta área. Así, el latinoamericano en general
espera una salvación casi mística por parte de sus gobernantes o sus líderes
políticos sociales, pues depositan en ellos una confianza, rayana en la fe
religiosa. Desde los tiempos de los emperadores Incas o Aztecas, considerados
divinidades, pasando por la figura del Rey de España, estimado por las masas
con el apoyo de la Iglesia católica como ungido en su corona por el “Derecho
divino real” hasta llegar al caso de los caudillos y presidentes, victoriosos
en guerra civiles o campañas electorales, cautivando en todos los casos a
multitudes enteras con hipnótico frenesí, estos ejemplos han conformado un
especial y muy particular tipo de liderazgo que asombra, fascina y desconcierta
por igual a los estudiosos de Europa o Estados Unidos, que difícilmente pueden
comprender este fenómeno apelando a los esquemas sociales propios de sus
regiones, pues aquí no ha habido “exactamente”, unos líderes como Julio César,
Napoleón o Hitler, y sin embargo, sí han abundado los gobernantes o conductores
políticos con rasgos parecidos a algunos o todos ellos en conjunto, no haciendo
por ello que sean copias o meras imitaciones. Entonces, es muy propio de
Latinoamérica esta versión del personalismo político, que se ha arraigado haciendo
que se produzcan muchos “ismos” que se basan exclusivamente en seguir a
hombres, no a principios o ideales: Casos como Peronismo, Castrismo, Varguismo, Cardenismo, Gaitanismo, Fujimorismo, Gomecismo, Chavismo, etc.
Son muy propias de nuestra región, marcando para bien y para mal nuestra evolución
política e institucional.
El machismo: Otra peculiaridad,
quizás más orientada a los aspectos más íntimos del ser humano, pero que se
reflejan vívidamente en la sociedad, (y que tiene mucha incidencia en el
mesianismo, ya descrito) es la muy particular exaltación de una forma de
masculinidad radical, denomina el “machismo”, donde se considera que el hombre deber
ser un ser dominante, agresivo y poco sensible frente a los retos de la vida.
El hombre es considerado el natural señor de la mujer, quien debe ser sumisa y
complaciente ante él, y de igual manera, el hombre debe demostrar su valentía
física, imponiéndose con la violencia ante las dificultades que se le
presentaran tanto frente a la naturaleza, como frente a otros hombres. Una vez
más el mestizaje, representado por la unión de las culturas aborígenes,
europeas y africanas, dio por resultado una mezcla de valores, creencias y
percepciones sobre rol y estatus del hombre, que alcanzó en nuestra región
mucha fama. Así pues, del mundo indígena y africano se asume la valentía de los
guerreros como un valor o una virtud apreciada para cualquier hombre, y del
europeo, se toma el componente de la búsqueda de la fama, la exhibición de la gloria,
como preciados bienes que todo varón debe ganar y mostrar, añadiéndose además
el del galanteo amoroso, propio del carácter “Donjuensco” o de “Casanova” que
exhiben también los hombres machistas. Así entonces, una trinidad conformada
por la agresividad, el fanfarroneo y la promiscuidad, parecen ser los atributos
que todavía se consideran muy marcados en nuestra región, estableciendo una
verdadera cultura “falocrática”, donde se sigue tratando de hacer creer a las
nuevas generaciones, que “los hombres no lloran”, que “el respeto se gana a los
golpes” y que las mujeres son seres a ser conquistados o más bien, domados.
Esta percepción, se permeó en diversos aspectos de la cultura latinoamericana y
la vemos expresada en géneros musicales como el Tango y la Ranchera, y aunque
la mujer casi siempre es víctima de sus invectivas, no deja de sorprender que
esta sea un región donde paradójicamente desde el hogar, y gracias,
especialmente a la madre, se eduque y se fortalezca el machismo, así, no en
balde, en las líricas de esta música del despecho, “todas las mujeres son malas,
excepto mi madrecita del alma”. Aún cuando a finales del siglo XX, se dieron
muchísimos avances en la liberación y la igualdad de la mujer (al ganarse
amplios derechos legales y políticos) y llegó a haber hasta mujeres presidentas
así como leyes que penaban el maltrato físico, verbal y psicológico de los
hombres contras las féminas, no ha desaparecido esa fuerte característica
social del machismo, pues otros géneros musicales como el Regetón –otra muestra
más de mestizaje cultural en nuestra región- son altamente populares en
Latinoamérica, pese a que denigran abiertamente a las damas.
La Juventud: Otro rasgo que
bien define a Latinoamérica, y también puede explicar la impulsividad propia
del machismo y la posible circunstancia de inmadurez política que es el
mesianismo, es justamente el rasgo de la juventud en la región. América latina
es un sub-continente joven. Históricamente la mayoría de su población siembre
ha sido menor de 30 años, igualmente esta juventud puede decirse también de sus
instituciones y su propia evolución cultural una vez que se insertó al mundo
Occidental, es decir, frente a naciones de la civilizaciones europea cono
España, Francia o Inglaterra, antiguas con varios milenios a cuestas, la
Historia latinoamericana apenas alcanza medio milenio, unos 500 años de
Historia registrada en el uso del papel y la imprenta (recuérdese que la “Historia”
es ciencia social, una vez que hay escritura documental que pueda registrar
ordenadamente los hechos pasados para así estudiarlo, lo anterior a ello, se
considera “prehistoria”) También las universidades de la región no sobrepasan
los 400 años de antigüedad, y casi todos los Estados de la región, (las
repúblicas) están ahora superando los 200 años de existencia. Esto es pues, un
hecho que puede implicar en el análisis muchos datos: Latinoamérica aún es
reciente, está en construcción y en proceso de organización. Por ello pues, es
también una región que tiene aún muchísimo por hacer y aún más que aprender.
La Pobreza: Y justamente
algo que debe aprender la región, para superar un aspecto negativo, serían los
métodos y las vías para vencer otro de sus rasgos distintivos: la pobreza. A
pesar de ser una de las regiones más fértiles y ricas en recursos naturales,
tanto agrícolas como minerales, es Latinoamérica una de las zonas que
permanentemente en su historia ha hecho gala de la pobreza. Sólo es ahora en el
siglo XXI, con Carlos Slim, el conocido empresario mexicano de medios de
comunicación y alimentos, cuando un latinoamericano destaca como magante y
multimillonario que rivaliza con los tradicionalmente mayoritarios hombres de
negocios europeos y estadounidenses. Pero por lo general fue común en la larga
y agitada historia latinoamericana encontrar multitudes de pobres, ya sea
hambrientos, sin vestidos o harapientos, sin casa segura para vivir, con escasas
o inexistentes fuentes de trabajo y sin ningún tipo de acceso a la salud o a la
educación. Este mal endémico va acompañando especialmente las jóvenes
repúblicas latinoamericanas que llegan a sus doscientos primeros años con
multitud de problemas, precisamente por no saber cómo abatir sostenidamente ése
rasgo de la pobreza. Éste mismo mal, alimenta precisamente el mesianismo como
forma de acción política, porque en la desesperación de una vida con carestías,
y siendo un pueblo poco instruido, es fácil entender cómo multitudes enteras
depositan su confianza ciega y religiosamente en líderes que les prometen
-ingenua o malevolentemente- resolverle sus dramas y problemas. Igualmente,
bien podemos decir que no hay mejor “escuela” para aprender y cultivar el machismo
que la pobreza, pues los numerosos hombres que nacen en hogares llenos de
miseria, -donde habitualmente hay un padre ausente- se convencen que deben
ganar todo en la vida a los golpes y convertirse ellos en un valiente que exhibirá sus triunfos ante
el mundo y conquistará miles de mujeres con eso. Como vemos pues, la pobreza
marca radicalmente a la región y es un reto para América latina que este siglo
XXI ésta no sea más una de sus características claves.
La imagen es de Brasil: foto de Oscar Ruíz |
La Desigualdad: Consecuencia
directa del drama de la pobreza es este último aspecto que caracteriza la
región, y del cual estimamos que también se alimenta de las otras claves, como
son el mesianismo, la juventud y el machismo, pues si bien la pobreza en sí,
nos hace alusión a un drama que podemos ubicar en lo socio-económico, la
desigualdad la podemos entender en lo socio-político, en cuanto a que
determinados sectores están excluidos no sólo del acceso a bienes y servicios
que podrían mejorar su calidad de vida, sino también en la toma de decisiones y
los organismos competentes para precisamente intentar modificar ésas
circunstancias. Así pues, la desigualdad puede expresarse no sólo en que los
que sean pobres materialmente sean puestos a un lado en el manejo de los destinos
de las naciones latinoamericanas, sino también las gentes pertenecientes a
diversas razas o etnias (negros o indígenas) que sean de un género determinado
(mujeres, principalmente) o finalmente posean unas inclinaciones políticas particulares
(ser liberal, socialista, comunista, etc.) En cualquiera de los casos, grupos
humanos en la región se ven minimizados, excluidos, oprimidos o invisibilizados por esa compleja y gran
“manta” que es la desigualdad, la cual arropa a millones de latinoamericanos y
les hace fortalecer la creencia de apoyar a líderes fuertes, “de hablar poco y
hacer mucho”, para solucionar la exclusión que viven, contribuyendo así al
mesianismo y apoyando una vez más a un arquetipo machista, reflejando una vez
más una cándida juventud e inexperiencia política a la hora de tratar de buscar
soluciones institucionales para sus problemas sociales. A primera vista,
pareciera pues que vemos un círculo vicioso, donde “el perro se muerde la cola”
casi, ¿eternamente?, pero así como la búsqueda de la solución de la pobreza es
un tema que atañe a los economistas y se hizo mucho en el agitado siglo XX,
también la lucha contra la desigualdad es un rasgo que concierne a los
políticos, y la democratización de la región –o las luchas por democratizarla-
vistas en la misma centuria, indica que los tenues avances conseguidos, son un
signo que puede indicar que en el siglo XXI no es la desigualdad un “designio
eterno” del destino para América latina.
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Ahora bien, ¿Definen todos estos rasgos a la
región? Definitivamente sí… y no. Una definición precisa, cerrada y matemática
sería imposible para un gran conjunto humano, pero ciertamente las ciencias
sociales pueden llegar a aproximarse a los fenómenos que se desenvuelven en
dichos conjuntos de una manera bastante reveladora, ayudando con estos enfoques
a brindar una mejor comprensión. Es lo que hemos intentado ofrecer en estas
líneas, y que esperamos que los otros brillantes autores invitados a colaborar
en este texto puedan ampliar, complementar y enriquecer.
Latinoamérica entonces, es esto y
mucho más, es una región conocida por su mestizaje, su mesianismo, su hombres
–y mujeres- machistas, por ser una tierra de gente e instituciones jóvenes y en
donde todavía hay muchísima pobreza y grandes desigualdades, pero América Latina
como un cuerpo social vivo, esto es dinámico y cambiante, puede ser esto y
mucho más en su presente y futuro cercano, pues sí hay siempre un protagonista
central en el hecho histórico, es el ser humano, quien tiene siempre la
posibilidad de no sólo entender su Historia, sino también cambiarla y
transformarla, para bien y para mal.
¡¡¡Gracias por leerme!!!
Dantesol
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