En 2015, año de elecciones parlamentarias estaba yo muy preocupado.
Temía seriamente que se produjera una inminente intervención de las universidades públicas. Ya la Asamblea Nacional de Diosdado Cabello de ese entonces
había votado un acuerdo parlamentario donde le pedían al TSJ chavista que hiciera una interpretación de artículo 109 de la Constitución para "auditarlas", todo con claras miras intervencionistas, pues en ése año hubo un paro general de universidades por el eterno problema de los salarios y el presupuesto, y al chavismo le molestaba eso, pues podía perjudicarlos electoralmente y “calentar la calle”. Hasta un lamentable candidato a diputado del chavismo
llegó a pedir abiertamente la intervención.
Afortunadamente, la intervención chavista no llegó, por ahora…
El 6 de diciembre de ese año cuando se produjo la holgada victoria opositora, me alegría fue total y mi alivio completo. “Se salvó el país, se salvaron nuestras universidades”, fue lo primero que escribí en Twitter apenas el CNE entregó los resultados preliminares. Con semejante victoria y que se traducía en mayoría absoluta de la oposición democrática, se renovó la esperanza de una solución y una salida a la crisis venezolana.
Pero no fue así. El liderazgo opositor demostró ser mediocre y timorato. No supo o no quiso hacer su trabajo: se dejaron robar el referéndum revocatorio, no designaron las autoridades para un nuevo CNE, no organizaron una resistencia firme ante los atropellos que recibían del poder Ejecutivo que llegó a usar turbas y hasta la misma Guardia Nacional para agredir a los parlamentarios, y cuando finalmente se desataron las multitudinarias protestas populares en defensa de la legalidad y de la misma Asamblea, fueron incapaces de conducir medianamente bien la insurrección ciudadana que clamaba el fin de una dictadura. Ni siquiera cuando la comunidad internacional condenó a la dictadura de Maduro, fueron capaces de pedir ayuda abiertamente para finalizar esta crisis. El sólo recordar que un sujeto tan gris e inútil como Omar Barboza fue presidente de la Asamblea Nacional (¿Alguien se acuerda de él?) y que su contribución a las luchas por la democracia fue absolutamente nula, es una muestra palpable que la oposición que elegimos en 2015 no dio la talla.
Ahora estamos en 2021, año electoral. Ya no se elige parlamento, sino alcaldes y gobernadores. Y la intervención chavista hacia las universidades públicas avanza más rápidamente. Ahora que la oposición, la misma que tenía el deber de confrontar y vencer al chavismo entre 2016 y 2020, no hizo bien su trabajo, no hay nadie que pueda estructurar un trabajo de resistencia ciudadana ante la barbarie roja. Ahora está dividida y atomizada. Y todo el país, aunque rechaza mayoritariamente al chavismo (hay encuestas que hablan de 87% de rechazo a Maduro y al PSUV) no tiene forma de convertir eso en algo útil que genere un cambio, ni a través del voto, ni mucho menos en la protesta, porque o no tiene por quién votar o no confía en nadie de los que lo puedan guiar: véase el caso del municipio Libertador, donde se impuso a un candidato externo y desarraigado de las comunidades (Guanipa) por encima de otro (Patiño) que tenía más años trabajando en los barrios y podía ser un genuino interprete de las nuevas caras que necesita la oposición en este país.
Bien, durante el lapso de una a otra elección, no han hecho sino agravarse los problemas de las universidades nacionales autónomas, que, con unos presupuestos reducidos a su mínimo histórico, mueren de mengua, carcomidas por dentro: la UDO desvalijada por la delincuencia y con su biblioteca quemada o la UCV con derrumbes de sus pasarelas techadas, son ejemplos visibles de la destrucción que ha sufrido la educación superior en el país.
Pero más grave que el daño físico, es el daño institucional.
Nuestras universidades públicas arrastran décadas de fallas y prácticas negativas que han sido responsables también de su propio estancamiento. Corrupción, compra-venta de cargos y cupos, amiguismo, tráfico de influencias, parcelas de poder, burocratismo ineficiente, abuso de autoridad y otras tantas falencias que no hicieron más que agravarse cuando el TSJ chavista decidió intervenir judicialmente las universidades en 2011 y negarles la posibilidad de elecciones internas, violando abiertamente lo que dice el artículo 109 de la constitución.
Y así como el chavismo usó la corrupción para cooptar a las Fuerzas Armadas y otros entes públicos como PDVSA o CANTV, el truco con las universidades públicas fue dejar en el puesto largamente a unas autoridades rectorales o decanales que tarde o temprano se aprovecharon de eso para terminar haciendo irregularidades. La famosa frase se Bolívar se volvía realidad: “Nada es tan peligroso como dejar mucho tiempo a alguien en el poder…”
En la UCV, por ejemplo, la opacidad y la falta de transparencia que ya existía de tiempo atrás, se vio agravada con la existencia de las “autoridades eternas” que finalmente se aprovecharan lo más posible de esa circunstancia y hacer lo que les diera la gana, como se atestigua con la gestión de la actual rectora. Y aunque públicamente muchas personas (incluido quien escribe estas líneas, tal y como se puede ver en el vídeo adjunto) le exigieron a ella que convocara elecciones para la renovación de las autoridades, estas peticiones cayeron en oídos sordos.
Durante mucho tiempo defendí a la ciudadana rectora sobre la acusación de su falta de transparencia, pues ése era el argumento favorito de los chavistas para atacarla (como si sus jerarcas jamás hubiesen cometido actos de corrupción) pero sucede que el anterior
Vicerrector administrativo cuando renunció destacó precisamente que ése era el problema con la rectora: creó una oficina de licitaciones directamente dependiente de su oficina, pasando por encima del vicerrectorado administrativo. De igual manera la asociación de profesores de la UCV, la APUCV
reclama sobre el uso arbitrario de parte del Fondo de Jubilaciones que está en divisas, así como
la compra con sobreprecio de edificios para la Universidad.
Y por si fuera poco, cuando los miembros del movimiento estudiantil fueron a reclamarle por su falta de respuesta ante la petición de clases durante la pandemia, les lanzó a los vigilantes de la universidad, como si fueran sus guardaespaldas.
Una lamentable conducta que dista mucho de la del fallecido rector Enrique Planchart de la USB, quien, si bien se mantuvo en su “cargo eterno”, sí hizo un manejo pulcro y sin ningún tipo de escándalos o controversias como autoridad universitaria. Por el contrario, tuvo una gestión pulcra y transparente que nadie puede cuestionar y no quiso jubilarse ni renunciar a su puesto para evitar que el chavismo se aprovechara de eso para meter su mano en la Simón Bolívar, y así, prácticamente entregó su vida, sirviendo a su Universidad hasta el último día de su existencia.
Hoy día, lamentablemente, abundan más las autoridades estilo
rectora de la UCV que las e
stilo rector de la USB. Y ya eso dice mucho de la decadencia de nuestras universidades.
Ya no estoy si quiera preocupado, estoy serenamente resignado,
para mí es un hecho que las Universidades públicas van a caer finalmente en manos del chavismo: haber dejado en sus cargos a las autoridades rectorales y no permitirles elecciones internas fue la estrategia perfecta para evitar que las universidades se renovaran y pudieran seguir combativas. Sólo era cuestión de tiempo para que el chavismo actuara.
Y el tiempo trascurrió.
Hoy, la dictadura chavista nombro a las “nuevas autoridades” de la Universidad Simón Bolívar, siendo el nuevo equipo rectoral conformado por puros profesores chavistas, quienes cuales carroñeros y esquiroles, se prestan para apuñalar ya no por la espalda, sino por todo el pecho a su Alma mater, mostrándose así indignos de llamarse “profesores” y mucho menos “universitarios”. Esos son enemigos del conocimiento y la academia, de las libertades y el progreso, y merecen el repudio eterno de toda la comunidad universitaria de Venezuela.
Esta es la primera universidad pública autónoma que cae en manos de la barbarie chavista. ¿Cuál sigue?
Posiblemente la UCV, a juzgar por el comportamiento de sus autoridades rectorales.
El Secretario de la UCV (y Vicerrector administrativo encargado) quien sonriente recibió a la vicepresidenta de la dictadura en el Jardín botánico y ya antes había aceptado con solemnidad unas limosnas en forma de tabletas
Canaima, aceptó también un “protector” para la Ciudad Universitaria, pese a que en algún momento de 2019 él como autoridad, junto con la ciudadana rectora desconocieron al régimen chavista de Maduro y proclamaron su adhesión al gobierno encargado de Juan Guaidó y la legítima la Asamblea Nacional. Lo mismo dirían sobre aceptar el "Sistema Patria" para gestionar el pago de los sueldos y salarios del personal universitario: abiertamente lo rechazaron y dijeron que se negarían a aceptar esa imposición... y al final terminaron admitiendo el atropello.
Triste es no tener palabra ni tampoco dignidad.
Pues bien, la UCV ha bajado la cabeza, y quizás espera con eso clemencia de sus verdugos rojos, para que así no corra una suerte similar a la USB. Vana esperanza. En cualquier momento caerá sobre su cabeza el mandarriazo vil de la barbarie chavista, tal como han hecho con Venezuela en más de dos décadas.
Parece pues que este va ser el triste destino de las universidades autónomas del país. Lloremos entonces la muerte de la inteligencia y la academia, porque sus sagrados templos del saber caerán en manos de unos nuevos bárbaros que claman orondos ¡Viva la muerte! y que como inválidos mentales y mutilados de alma quieren ver una nación hecha a su imagen y semejanza. Que a partir de ahora Dios nos ayude, nos guíe y nos ampare
Como ucevista, hoy tengo desolado mi corazón universitario.
Y no os lamentéis ucevistas de bien que ahora lleguen las hordas bárbaras, los muros de nuestra Ciudad Universitaria no fueron derribados, los abrieron desde dentro con la esperanza de obtener compasión de los saqueadores rojos.
Los que debían defender y salvar la universidad fracasaron en su misión.
No los vencieron, se dejaron vencer.
¡Gracias por leerme!
Dantesol